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La difícil fuga del cliché

Agustín Pérez Aldave

 

Cuando el show se acaba es un humano cualquiera. No se llama Rubén Blades. Y aunque sepamos algunas de sus historias personales, él mismo se da a la tarea de contarnos otras, desde las más domésticas a otras que antes hubiese mantenido en la intimidad. Bastante para un artista que no ha vivido de la farándula. Que ha sostenido su carrera en la contundencia de sus canciones y su prédica latinoamericanista. Consecuente con lo que una vez nos dijera: “Trato de no convertirme en un objeto de celebridad” (Diario Expreso. Diciembre 21, 1999). De esto trata el documental «Yo no me llamo Rubén Blades», que dirige Abner Benaim y es presentado en el Festival de Cine de Lima.

 

El telón musical del documental es básicamente el soporte salsero que le dio fama. (Efectivamente, no se llama Rubén Blades) Cliché del que pretendió huir apenas salido de Fania para dar rienda suelta a su vocación musical que, en otros casos, pudo ser “suicida”. Magnífico el capítulo que protagonizó en la esquina de Fania Records. Aunque su obra sea mucho más que salsera. Claro, parte de culpa tenemos los comunicadores. No hemos caminado al ritmo de su poética. (La etiqueta “Salsa” puede terminar usada como un facilismo).

 

 

Paradójico el no Blades del documental. En la conferencia de prensa que, en 1984, ofreció en el Hotel Carusso de Lince (cuando vino con Seis del Solar a La Feria del Hogar), dijo que no quería llegar a los 50 años y seguir brincando en tarima y cantando “Pedro Navaja”. Y en el documental sostiene que espera no llegar a los 70 entonando las mismas canciones. Pero resulta que así ha sido. Y, por eso mismo, para poder llamarse Rubén Blades es que sus conciertos suelen ser extensos. Porque, insistimos, su obra es mucho más que el período de Fania. Recordemos que en los 80’s, Rubén hablaba de su propuesta como FOCILA (Folclor de Ciudad Latina): ¡Importantísimo!

 

Entendemos en el documental las presencias de Sting y Paul Simon en tanto hay afinidades con ese Blades progresivo, el de las fusiones. Con quien nos comentó una vez que los salseros ortodoxos lo habían declarado herético, que los rockeros latinoamericanos estaban más cerca de su propuesta que los salseros. A propósito, en 2003 publicamos en la revista Latin Beat Magazine de Los Ángeles el artículo “Cuando el mundo es el barrio”.

 

Y es que nadie como Blades para haber trascendido las fronteras de la salsa al encuentro del rock, reggae, songo, música celta, flamenco, cumbia, tango, fusiones. También para buscar otros registros a sus canciones más allá de la etiqueta que lo circunscribe a cronista (que lo es y de los grandes) cuando tiene otras vertientes, como las canciones de amor y las de inquietudes existenciales. ¿Y sus temas en inglés de “Nothing but the truth”? ¿Y el álbum “Agua de luna” que no musicaliza a Gabriel García Márquez sino que parte de algunos de sus cuentos tal como detallamos en 1987 en Diario La República y más adelante en RPP Noticiashttps://bit.ly/2B3V6xU ?

 

STING & RUBÉN BLADES

 

Rubén fundamenta las raíces de su propuesta en el contexto panameño. Sin embargo, debemos considerar la impronta brasileña (a su padre Vinicius de Moraes, citado en su tesis) y las marcas del boom de la literatura latinoamericana (García Márquez y Mario Vargas Llosa (Premio Nobel de Literatura 2010)). ¿Y la semilla cronicante de Lavoe/Colón? ¿Y Eddie Palmieri? Sí, El Sol de la Música Latina. En Lima octubre 2016, Rubén confesó al barbado pianista que su música había sido un referente importante para él, especialmente su álbum “Justicia” ¡de 1969! (Con más pausa, seguro agregaría “Vámonos pal monte” de 1971). Cuentas del alma.

 

El documental pasa como un pestañeo. Difícil atrapar en hora y media el legado del panameño. De aquel ciudadano llamado Rubén Blades que sigue buscando a América.

 

PD: *En relación a la etiqueta de “escapista” que suele endilgarse a la salsa, recomendamos el libro “Cuerpo y cultura. Las músicas mulatas y la subversión del baile” (2009), de Angel Quintero Rivera. Incluye nota de Aníbal Quijano: “Fiesta y poder en el Caribe”.

 

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