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Un 22 de mayo de 1970 vino al mundo en Caracas, Venezuela, el hijo de Juan Antonio Barrios y de Josefina Figuera. Aquel niño de la Parroquia Sarría, la misma que vio nacer al primer venezolano en ser un ídolo del béisbol: El Chico Carrasquel, con el correr de los años se convertiría no precisamente en un mago del ‘short stop’ pero si del timbal. Y haciendo magia en los cueros este músico caraqueño  ha pasado más de 30 años. Conozcamos un poco sobre este destacado instrumentista y director de orquesta.

 

Juan Pablo Barrios

A LA VANGUARDIA DEL TIMBAL EN VENEZUELA

José Alejandro Moreno

 

¿Juan Pablo, cómo recuerdas tu llegada a la magia de la música: crees que fue en algún momento exacto de tu niñez en que nació el amor por la música o más bien fue algo que siempre estuvo allí?

 

Mi papá era un coleccionista de discos de acetato. Me acuerdo que tendría como ocho o nueve años y estaba en la sala de mi casa y mi papá colocaba mucha música de Billos Frómeta. Entonces, un día agarré unos palitos, unos tenedores, y comencé a darle a un perolito, fue algo natural y allí arrancó todo. A esa edad fue que empecé a interesarme por la percusión. Mi papá se dio cuenta de mis inquietudes musicales y en 1984 me inscribió en la escuela de música José Reina que quedaba cerca de Sarría donde yo vivía y donde pasé mi niñez y mi adolescencia. Sin embargo, no seguí aquellas clases, solo llegué hasta segundo año de solfeo. No seguí porque en 1986 el percusionista Orlando Poleo comienza a dar sus talleres de percusión en Sarría. Un día un compañero me dice: “Juan Pablo, vamos a ver a unos percusionistas que están tocando allá abajo en Guaicaipuro”, y fuimos a ver a estos músicos tocando. Cuando vi aquello dije: “¡No, vale, yo no voy a estudiar ningún solfeo ningún teoría nada!”. Y lo que hacía era que me jubilaba de las clases en la escuela José Reina, para irlos a ver ensayando. Después de eso no tuve más remedio que hablar con mi papá y decirle que me quería retirar de la José Reina y ponerme a estudiar percusión en el taller de Orlando Poleo. Por supuesto mi papá se molestó mucho y me dijo: “como te vas a salir de la José Reina”. Total, que viendo mi entusiasmo me inscribió en los talleres de percusión latina con Orlando, con quien estudié bongó y tumbadora, aprendí muchas cosas con él. Y no fue si no en 1991, cuando ya estaba tocando con la orquesta de Naty, que retomé las clases en el conservatorio. Por supuesto, con Naty las exigencias eran otras y había que mejorar muchas cosas.

 

Entonces con Naty ya arrancaste profesionalmente…

 

Antes de entrar a la Orquesta de Naty Martínez había tocado con otras agrupaciones. Había comenzado, a los quince años, con un sexteto llamado Cohimbre que dirigía Germán Medina, quien es sobrino de Olinto Medina fundador del Sexteto Juventud. Con Cohimbre tocábamos temas de Seis del Solar. Trabajábamos en el circuito de locales nocturnos de Sabana Grande. Después de ahí conocí otros músicos y me hacían invitaciones y me fui dando a conocer en el ambiente de la salsa. Después tocaba con una orquesta de trombones llamada Canela y tocando con esta orquesta, en un local de Chacaito llamado Status Sala Show, es donde Naty me vio tocando por primera vez. Yo usaba un timbalón como el que usaba Ralph Irizarry porque me gustaba mucho como tocaba él y además estaba con Cohimbre que hacía el repertorio de Seis del Solar. Estaba muy influenciado por Ralph. Y entonces Naty me vio que usaba aquel timbalón y un redoblante y otras cosas, y a él le llamó mucho la atención la forma como tocaba y me invitó a un ensayo y entré a su orquesta. A Naty le debo gran parte de mi formación musical. Gracias a él aprendí toda la parte orquestal, lo que es el concepto de la salsa. Estuve trabajando muchos años con él, participé en casi todas las producciones desde 1992 hasta lo último que él hizo que es su disco Naty 25 Aniversario que se grabó en el año 2006, si mal no recuerdo.

 

 

Paralelo a eso trabajé con la orquesta Billos Caracas Boys. Que debo confesarte, nunca me imaginé que iba a tocar con Billos. Recuerdo que le dije a mi papá, que en paz descanse: “Bueno viejo, estoy cumpliendo uno de tus deseos” porque él siempre me decía: “Ojalá algún día, toques con una buena orquesta”. Estuve también con el maestro Porfi Jiménez, con Andy Durán, con el maestro Albóndiga y su Pandilla. Y eso me ha servido para manejar distintos conceptos. Recuerdo que un trompetista, llamado Luis Zavala me decía: “No todo el mundo toca este estilo” (refiriéndose a la música de Billos). Él decía que era difícil conseguir en la sección rítmica músicos que manejaran el concepto y que cuajaran en el estilo. El concepto musical es muy importante. Alfredo Padilla, quien para mí también fue un referente y con quien yo estudié timbal y que además venía de Billos, me decía: “Yo me curo en ritmo con Billos”. Imagínate tú lo que engloba esa frase. Todo lo que eso significa en cuanto a elementos musicales. El maestro Alfredo me decía, que había que aprender a tocar con los conceptos claros. Recuerdo que él también me decía, que un timbalero para ser llamado timbalero o pailero tiene que tocar charanga, si no está raspao. Y siempre en sus clases lo primero que daba a los alumnos, aparte del danzón, era charanga. Esas son las bases de la ejecución del timbal. En Cuba ya existían las bandas que tocaban danza y contradanza que son los géneros que después se convertirían en el danzón, y allí se utilizaba el timbal. Él siempre comenzaba con los alumnos, dándoles danzón y charanga, porque esas son las raíces de la ejecución del timbal. Alfredo decía: “Hay que tocar las raíces”.

 

También estuve cinco años con el maestro César Monges con el proyecto Albóndiga y su Pandilla, hicimos dos producciones: Historias Paralelas, que salió con el sello Cacao Record y el segundo disco que no salió, quedó congelado, y la verdad es una lástima porque quedó espectacular. Es una joya que está ahí y me imagino que en algún momento César sacará ese disco.

 

Juan Pablo, volviendo al tema de la niñez y la música, ¿tú crees que el hecho de que en tu casa tu papá fuera melómano fue vital para que te hicieras músico?

 

Mi papá tenía cientos de discos, como te comentaba al principio, y conservo muchos de esos discos. Casi todos los viernes mi papá compraba discos. Llegaba con una bolsa, con cuatro o cinco discos, para escucharlos el fin de semana, le gustaba estar actualizado. Yo también soy coleccionista, creo que ese fue un legado que él me dejó. Me gusta ponerme, los fines de semana cuando no voy a tocar, a revisar los discos, sacarlos, leer lo que dice alguna carátula, en fin, sentarme con calma a escuchar música. Mi esposa me dice, echando broma, que yo soy muy exclusivo con los discos. Y no es que uno sea exclusivo si no que a mí me parece muy importante agarrar el disco y leer toda esa información que está plasmada allí en la contra carátula. A uno como músico le gusta ir más allá e involucrarse con lo que sucedió ahí en esa grabación. Yo por ejemplo tengo muchos discos de jazz: Duke Ellington, Miles Davis, Charlie Parker, Thelonius Monk y del jazz afrocubano: Irakere con Chucho Valdés, Chico O`Farrill, Machito, Tito Rodríguez, Tito Puente. Toda esa música me acompaña. También escucho algunas cosas pop que me gustan: los Bee Gees, Lionel Richie, Los Comodoros, etc.

 

Qué otros géneros de la música aparte de la salsa te has atrevido a interpretar?

 

Bueno, en los terrenos que no conozco no me meto. Te cuento como anécdota, que a mí me llamaron en una oportunidad a grabar una bachata. Me llamó mi amigo Alberto Arroyo, y yo le dije que no podía hacer esa grabación. Sin embargo, él insistió y me dijo que escuchara al grupo Aventura para que viera lo que hacía la percusión. Entonces estuve como dos días escuchando y al final le dije: “No mi pana yo respeto eso, con eso no me voy a meter, tal vez pueda acompañar, pero de ahí a plasmarlo en una grabación no me atrevo”. Porque esos géneros tienen su complejidad y sus códigos y eso hay que respetarlo si uno no lo ha estudiado con seriedad y profundidad.

 

En el año 1995, Coco Ortega me invita a formar parte de su orquesta Coco y su Sabor Matancero, para que tocara timbalito. Por supuesto, eso era algo totalmente distinto para mí, era otro concepto. Creo que he tenido la suerte de estar en distintas orquestas con estilos y conceptos muy distintos. En esta orquesta iba a tocar timbalito y Coco me dijo que escuchara a la Sonora Matancera, la Dimensión Latina, a Manny Oquendo, que eran algunos de los grupos que utilizaban timbalito. Comencé a investigar, a escuchar la Sonora Matancera. Nadie me dio clases de ese instrumente y poco a poco fui aprendiendo los rudimentos del timbalito y debuté con Coco y su Sabor Matancero en un local llamado el Rincón Caribeño en Sabana Grande y estuve dos años con él. Esa experiencia fue muy buena porque era otro concepto distinto, otro estilo, otro instrumento. El timbalito tiene las características de un timbal, pero el sonido es más parecido al de un bongó, y cuentan que quien lo diseña, un músico llamado José Rosario Chávez, era tan gordo que no se podía poner el bongó entre las piernas y por eso inventa el timbalito. Yo me había fajado a escuchar toda aquella música de la Sonora Matancera de la Dimensión con Joseíto, de Manny Oquendo. El maestro Coco decía, que los únicos que tocan timbalito en Venezuela son: Frank Márquez, Andy Ortega, Luis Machado, Nico Monterola y yo. Y la verdad es que es un honor que el maestro Coco Ortega me incluya a mí en ese grupo de percusionistas excepcionales.

 

 

Cómo fue tu experiencia con La Billos Caracas Boys, probablemente la orquesta de música bailable más emblemática de Venezuela y una de las más importantes del Caribe?

 

En mi casa no falta un disco de Billos Caracas Boys, y un 31 de diciembre, con mi madre y mis hermanos, colocar el disco de navidad de Billos es como algo muy tradicional y familiar. Y desde luego que, después de haber tocado cuatro años con ellos y aprender tantas cosas de esa orquesta, pues uno valora más todavía esa música. Además, tú sabes que, para un músico, tocar un 31 de diciembre es duro porque no está con la familia porque quizás estás trabajando fuera de Caracas e incluso fuera de Venezuela y eso pega. Pero uno aprende de todas esas cosas y te vas acostumbrando, y como el trabajo es constante con ese tipo de orquestas pues se viaja mucho y uno trata como de organizarse para pasar más tiempo con la familia.

 

Juan Pablo tiene la serenidad de un Papa pero no es segundo de nadie en cuanto a la ejecución del timbal se refiere. Y esa serenidad que exhibe en su personalidad se convierte en una furia terrible cuando está en una tarima repicando los cueros o indicándole a sus músicos que viene un mambo o una moña. Como todos los príncipes, Juan Pablo es respetuoso de las formas y sin duda su mayor respeto se lo ofrece a la salsa, a quién le rinde pleitesía.

 

¿Dónde dirías que radica la esencia de la salsa, de la música que llamamos caribeña, incluyendo las tendencias más cercanas al jazz?

 

Yo creo que quien pega al cantante es el arreglista. El arreglo es muy importante, es el que hace que el tema musical pegue. El arreglo es el esqueleto del tema, para mí allí está el sabor y la identificación del cantante. Fíjate que por ejemplo Oscar D’León se conoce como solista gracias a los arreglos de Enrique Culebra Iriarte. Y después de Enrique, Oscar utilizó al Flaco Bermúdez. Yo diría que, en lo que grabó en Puerto Rico, en el disco Como un volcán donde esta “Comuniquémonos” se perdió un poco ese sabor criollo de Oscar, que es el sonido que ellos habían logrado con los trombones de William Puchi y los Piñango, la sección rítmica de Padilla y Edward Pimentel por ejemplo. También es destacable la época cuando estaba Luisito Quintero también con los arreglos del Flaco Bermúdez, todo eso fue importantísimo musicalmente. Los arreglistas que comenzó a utilizar Oscar después de 1990 se fueron por otra línea y no le dieron esa identificación. Para mí el resultado de ese tipo de orquestas y de ese sonido en particular, está en primer lugar en el ensayo y segundo, en el volumen de trabajo. La conjugación de esos elementos es lo que hace que haya un engranaje que hace que el sonido identifique a la orquesta. Eso pasó con Oscar D’León, pasó con Billos, con los melódicos, con Dimensión Latina.

 

A mi modo de ver eso es lo que hacía que las orquestas antes sonaran distinto. Creo que hoy día muchas orquestas suenan iguales y esto se debe al arreglista, a los ejecutantes y a que quieren tocar la música con los mismos conceptos. Antes, en el caso específico de las orquestas venezolanas, Federico y su combo latino no sonaba como Los Blancos y estos a su vez no sonaba como Oscar D’León con La Salsa Mayor y Oscar D’León con la Salsa Mayor no sonaba como La Salsa Mayor sin Oscar. La Dimensión Latina de esa época también sonaba distinto y otras orquestas. Había un código, había una línea en los ejecutantes. Y siempre estas orquestas trataban de que fueran los mismos músicos, creo que las agrupaciones de hoy tienen que tomar en cuenta ese tipo de detalles.

 

¿Te parece que en ese sentido hay una crisis en la salsa?

 

Yo diría que se ha perdido un poco ese legado y por supuesto han venido otras vertientes. En cierta medida la salsa ha ido por caminos paralelos, tratando de evolucionar y, en cierto modo, sí se ha hecho porque el arreglista que hace un tema para la llamada salsa baúl o salsa romántica o erótica de repente hace un buen arreglo y pega el tema. Sin embargo, uno escucha el contexto de la letra que está dentro de un tema de esta salsa romántica y dice: aquí está pasando algo que distorsiona con respecto a lo que uno está acostumbrado a hacer. Me parece que hoy día los que hacen esta salsa, más romántica, se han ido por otra vertiente, tratando de que eso llegue a la cima, que no ha llegado todavía, por supuesto. Es importante también destacar que dentro de esas grabaciones que se están haciendo, de ese estilo, de la salsa de hoy hay músicos que también están haciendo otro tipo de salsa, de otro estilo y que ellos verán el resultado en algún momento.

 

A mí, particularmente, no me gusta ese estilo de música más romántica, que se está haciendo aquí. Ahora, si nos ponemos a hablar de otro tipo de salsa, que se está haciendo en Venezuela, encontramos al Combo de Fidel Antillano, a Melaza Son y Ensamble, a Cheo Navarro con Tributo y con Bailatino o Leo Pacheco Jr, con lo que le dejó su papá de La Salsa Mayor. Estos grupos que te nombré son cosas que se están haciendo en salsa y hay una propuesta interesantísima porque no todas suenan igual. Fíjate que de esas cinco orquestas ninguna suena igual a la otra. Y sobre todo porque no se parecen al cantante tal o a la orquesta cual.

 

 

En cambio, cuando voy, por ejemplo, en el carro y pongo una emisora los temas de salsa se parecen todos. Se parecen a los cantantes de reguetón que todos son iguales. Le digo a mi hija: “Oye, pero ese es el mismo cantante” y ella me dice: “No papá, ese es fulano”.

 

Tengo la impresión de que ese movimiento de salsa diferente va a tener un resultado en algún momento. Lo bueno de esta salsa es que, mal que bien, ha sido dinámica en cuanto a difusión y quizás eso pueda llegar a algo importante. Lo que ocurre también, es que mientras se sigan haciendo las promociones como se han hecho durante años siempre van a ganar los que tienen el poder económico. Hay discos que tienen para ganarse no digo un Grammy, un oscar pero pasan desapercibidos y uno dice, oye que injusto, simplemente por no tener los medios para promocionar esos trabajos. Y pasa mucho que tú pones una emisora y escuchas es pura música extranjera y entonces uno se pregunta dónde estamos nosotros. Lo que pasa es que los lineamientos de algunas emisoras son precisamente darle más difusión a lo extranjero que a lo nacional y mientras se estén manejando las cosas así dentro de las emisoras, no vamos a salir de ese círculo en donde estamos los músicos. Es relativamente fácil, me parece, montar una emisora poner una repetidora y que la programación sea solamente pura música nacional. En Venezuela tenemos, por ejemplo, el Cendis que es el centro nacional del disco y que tiene un catálogo interesantísimo de salsa que se grabó. Ese catálogo se puede agarrar y promocionarse. Eso se puede hacer, por qué no se hace, no sé. Entonces uno se pregunta: ¿grabar para que no pase nada? Es quizás por eso que muchos de los músicos nos hemos visto en la necesidad de grabar nuestro material y tratar de darlo a conocer en otros países donde, incluso a veces, nos conocen más que aquí. Fíjate que yo estaba un día en una emisora de radio con el maestro Alberto Borregales, nos estaban entrevistando a los dos. Teníamos ahí una tertulia bien agradable y él dijo: «Cómo es posible que la música de Juan Pablo Barrios se conozca más en Perú y en Colombia que aquí en Venezuela, eso es lamentable”.

 

¿Ha sonado tu música en Perú, Juan Pablo?

 

Si, está sonando allá, en Lima-Perú, gracias a Dios. Suena con regularidad en Mamboinn Radio de Kike Vigil y también en el programa Herencia Rumbera de Angelina Medina, que lo tiene como tema de la semana. Se trata de “Guachafas Mambo” del arreglista y bajista José Felix Guzmán alias Guachafa. Afortunadamente el trabajo que hemos venido haciendo por las redes sociales ha rendido sus frutos en cuanto a dar a conocer la música. Y las cinco producciones que hemos hecho, me ha ayudado mucho fuera de Venezuela. E incluso he vendido por las plataformas musicales mi música, y ahora mismo de la Feria de Cali me llamaron y mandé varios ejemplares para allá y se vendieron. Por eso es que yo insisto y le digo a los músicos de las orquestas: graben, hagan su disco, porque afuera están pasando cosas interesantes con nosotros los venezolanos. Mi música, por ejemplo, la conocen los coleccionistas y los músicos, pero es muy triste que uno vaya a una fiesta (esas fiestas de salseros que suelen hacerse mucho aquí en Venezuela y donde hay DJs y orquestas en vivo) y los DJs solo pongan música de afuera. Yo le digo a ellos: “Oye, ustedes no se cansan de Harlow, pongan el disco del Amarillo o el de Fidel Antillano”, les digo que para que se conozca la música que se hace en Venezuela deben poner los discos de los salseros que están haciendo cosas aquí. Cómo quieren que nos conozcan si no ponen nuestra música. Fíjate que en otros países colocan nuestra música. Hay un muchacho que se llama DJ Sonero que es mexicano (está en San Diego, California) y en estos días me mandó un video y me escribió: “Maestro, aquí le mando esto para que vea lo que estamos haciendo con su música”. Cuando abro el video era una muchacha dando clase de baile con música mía. Entonces uno se pregunta por qué eso no pasa aquí en Venezuela. Uno ve aquí a los muchachos bailando en las competencias de baile que se hacen (y bueno yo no los critico mucho para que no digan que uno es un hablador) y el repertorio con el que se hace la competencia es pura salsa que no es venezolana, y eso me parece injusto porque aquí se está haciendo música de calidad para ponerla en esas competencias. Se ve también en las cortinas de los programas de radio que uno escucha por ejemplo música de Tito Puente y yo me pregunto ¿Es qué el Pavo Frank no grabó música tan buena o mejor que la que grabó Tito Puente? Oye vale, somos venezolanos, tenemos que apoyar nuestra música.

 

¿Cómo crees que pudiera cambiarse esa realidad?

 

Te digo una cosa: Tú grabas un disco con diez temas, pongamos el caso, de esos diez temas a quince personas no les va a gustar cinco canciones, pero a cien le gustan todas, pero a cincuenta le gustan siete. Nosotros estamos expuestos a eso ¿No le gustó a estas personas? Chévere, pero seguro a estas otras sí les gustará. Lo que pasa es que aquí también hay un problema de ego, de envidia, de competencias y mientras nosotros no maduremos y no pasemos esa página, nos vamos a quedar ahí en ese terreno. Competir para qué, con quién, qué nos vamos a ganar, pregunto.

 

Necesitamos difusión, necesitamos al menos un medio. Con que tuviéramos un medio, que haga un buen trabajo, creo que pudieran empezar a cambiar las cosas. El locutor salsero Douglas Álvarez tenía un espacio radial espectacular La salsa de aquí se llamaba su programa. Y solo colocaba en su programación a músicos venezolanos, sobre todo gente que estuviera dándose a conocer. Recuerdo que fui como en tres oportunidades para el programa a presentar algún disco mío. La gente llamaba, mandaba mensajes y decían: “Douglas, ponme la vida es una caja de sorpresa con Ángel Canales” y él le decía: “Será en otra oportunidad porque hoy la entrevista es con un venezolano, Juan Pablo Barrios”. Porque la verdad es que si tú no educas a la gente es difícil cambiar esa mentalidad. Educar el oído para que la gente se acostumbre.

 

Juan Pablo, entiendo que estuviste viviendo un tiempo fuera de Venezuela, ¿cómo fue esa experiencia?

 

Estuve en China un año, con una orquesta que se llamaba Los Tropicales o Los Internacionales, no recuerdo ahora mismo. Allí necesitaban un baterista y me fui a tocar batería con esta orquesta. Tocábamos salsa, merengue y música bailable en general. Estuve en Shangai y me tocó vivir esa experiencia con músicos venezolanos. Cuando me monté en el avión la imagen que tenía de lo que iba a encontrarme era como en las películas chinas de Bruce Lee y Jackie Chan: Casas antiguas, canoas, lagunas y monte, pero cuando llegué allá esa visión cambió porque Shangai es una súper metrópolis como Nueva York. Recuerdo que en aquel momento nosotros aquí en Venezuela éramos como 20 millones y solamente allá en Shangai había más o menos esa cantidad de gente. De verdad que esa ciudad es impresionante, muy bonita.

 

 

 

Por supuesto que me tocó comer cosas exóticas por allá. En mi caso fueron ancas de rana. Estuvimos en un mercado chino donde uno podía pedir cualquier animal exótico que quisiera. Uno llegaba y podía pedir, por ejemplo, dos kilogramos de ratón blanco que te los metían en una cesta y te lo pesaban. Allí te vendían las ranas vivas y te las picaban como que si fuese un pollo y quedaban las ancas de rana como si fueran unos muslitos de pollo.

 

En definitiva, China fue para mí otra cultura, otra enseñanza, otra experiencia. Allá tocábamos en un local llamado El Tropicana que quedaba en un piso siete. trabajábamos todos los días menos los domingos. Y tuve también la oportunidad de darle clases de percusión latina a un músico chino que tocaba jazz en un local nocturno llamado Bacardí y que en una ocasión había ido a vernos tocar. En esa ocasión en que estábamos tocando el chino llegó y le pidió a un compañero que hablaba inglés que le tradujera lo que quería decirme, entonces este amigo tradujo y me dijo que él quería estudiar el timbal porque no sabía el instrumento y quería conocer los rudimentos. Entonces comencé a darle clases. Era un músico muy inteligente el chino y como leía música pues nos entendíamos muy bien. Yo le escribía el patrón rítmico, le decía si el patrón era cuatro por cuatro o estaba a dos y él lo entendía. Yo le decía cuál era la cáscara chas chas chas chas y como era baterista iba entendiendo todo a la perfección. Estuve como dos meses dándole clases. El chino me invitaba a muchos sitios donde tocaba, por ejemplo al Hard Rock Café. Conocí mucha gente muchos cubanos allá haciendo música. Eso fue en el año 2000, hace 18 años y la verdad fue una experiencia maravillosa haciendo música y que le pagaran a uno por lo que a uno le gusta hacer pues imagínate.

 

Juan Pablo Barrios es sinónimo de experiencia y calidad sus más de 30 años en la música a pesar de su juventud (tiene 47 años) le han permitido ser artífice importante de lo que se ha grabado en el género salsero en los últimos 25 años en Venezuela. Sus cinco producciones como director de banda también avalan todo su recorrido como ejecutante de la percusión y como director musical. Su dedicación y disciplina y su discreta elegancia son también su carta de presentación.

 

Quería preguntarte acerca de un tema, que es quizás un poco polémico: mucha gente dice que la salsa solo puede ser entendida desde la óptica de lo que es el barrio, sin embargo, pienso yo que lo más importante de la salsa es su dimensión estética y que si bien uno no puede separar la música de Héctor Lavoe y Willie Colón del Bronx o la de Ismael Rivera de los bailes de bomba de Santurce, pues la dimensión estética de esta música sigue siendo lo más importante. Soy de los que cree que un montuno de piano o un soneo son en sí mismos, más allá de lo que representa socialmente la salsa, la esencia de la música. ¿A ti te parece que es así o si piensas que la importancia de la salsa está en su origen en el barrio?

 

Para mí la música va mucho más allá de lo que es el tema social, en este caso más allá de lo que es el barrio. Hay salsa que mucha gente llama salsa de salón quizás dando a entender que se trata de una salsa más elegante y asociando quizás la música a lo que son las clases sociales. Por ejemplo, uno también tiene los elementos de la salsa: tiene chachachá, mambo, bolero, rumba, guaguancó, entonces todos esos géneros te llevan al barrio o a una clase media o a una clase más alta, dependiendo del gusto. Por ejemplo: a lo mejor un bolero no se escucha tanto en el barrio como un son montuno y quizás en la clase media tiene más cabida un bolero o un chacha cha. A lo mejor tú pones un son montuno, un guaguancó o un tema más jalaíto en el barrio y la gente lo vacila y lo baila. Claro, no digo que siempre ocurra esto, pero a lo mejor hay géneros dentro de la salsa que van a tener más identificación con una clase social que con otra, eso puede pasar.

 

Me parece que no hay fronteras en la música respecto a eso y cualquier persona de cualquier clase social la disfruta sin necesidad de un contexto social determinado, y solo la disfruta porque esa música mueve algo en su interior que le gusta, simplemente eso. Claro, en el caso de la salsa venezolana pues se ha arraigado en una clase específica, en este caso el barrio, en las clases más humildes. Sin embargo la salsa, con el tiempo, ha llegado a otros estratos sociales. Hace rato estábamos hablando del maestro Poncho Sánchez quien suele tocar en el Heineken festival o en el festival de jazz de Montreal y la gente se está vacilando la música y de repente están bailando, y son gente de clases pudientes. Claro, a lo mejor no “lo entienden” tanto como el latino y el caribeño pero igualito lo disfrutan y eso es el fenómeno musical. En ese sentido estoy de acuerdo contigo: la salsa es un fenómeno estético.

 

Háblanos un poco de tus últimos trabajos

 

En el 2016 salió mi cuarto trabajo discográfico titulado Descargando que lo sacó la compañía disquera Velvet y salio en CD y DVD. En esa producción grabó el cantante Wiwi Buznego, Joe Urbina, que es un cantante de la parroquia San Agustín, Javier Vivas “El Amarillo” quien además de ser trompetista es cantante y Noel Machado, un cantante de la Victoria estado Aragua. Entre los músicos participó Hugo Oliveros en el saxofón, Emerson Guzmán en el piano, el bajo lo hizo Wilmer Herrera, las trompetas las hizo Luis Carlos Blanco junto al Amarillo. Los trombones estuvieron a cargo de David González y Eliel Rivero. También estuvo César Monges Jr. que hizo uno de los saxos e hizo algunos arreglos. La percusión la hicimos Mauricio Landaeta Leo Pacheco jr y yo. El Amarillo hizo algunos arreglos también y estuvo Filemón en el vibráfono.

 

Y ahorita en el 2018 sacamos una producción que se llama Otra Vez que acaba de salir hace un par de meses que sería nuestra quinta producción. Ahí invité como cantante a Wiwi Buznego como siempre, El Amarillo, Rodrigo Mendoza y Marcial Istúriz. Y por supuesto siempre combinando lo dos conceptos: salsa y latin jazz. En todos mis discos siempre está presente el concepto de latin jazz. El pianista Enrique Iriarte, quien grabó e hizo arreglos muchos años con Oscar D’León, también participó en esta grabación. Este disco tiene la particularidad de que es un disco hecho entre amigos. Está el maestro Cheo Navarro en el bongó, Yorman “Caballo” Méndez en la tumbadora, también grabó Julio Estrada el piano, Julio es actualmente el pianista de la Billos Caracas Boys. Rodrigo Mendoza y Wiwi Buznego hicieron todos los coros y Jesús Bosque grabó el vibráfono. Esta producción está disponible en las plataformas digitales: cdbaby, itunes, amazon.com, shazan, spotyfive, etc y el disco en físico está en proceso de fabricación en Colombia.

 

 

En esta última producción está José Félix Guzmán “Guachafa” como arreglista, que ya te lo había mencionado como el que hizo el arreglo del tema «Guachafas Mambo». También están como músicos El Amarillo, Wilmer Herrera, José Padilla y Julio Estrada. Hay composiciones mías y de otros autores también. Casi todos temas inéditos. En mis producciones me gusta trabajar sobre todo temas inéditos. En mi primera producción Algo Diferente si alterné temas inéditos con versiones. El segundo disco Vengo con Todo también alternamos versiones con temas inéditos y a partir del tercer disco si fue pura música original. Yo diría que los dos primeros discos fue el experimento, fue como decir: “Déjame ver qué pasa con esto”, porque uno necesita también darse a conocer, ver cómo la gente recibe lo que uno hace.

 

El público manda, si la pista se llena es que lo que hiciste gustó. Eso es una prueba importantísima. Bueno, ahora mismo con la situación no hay muchos sitios donde tocar, pero yo me acuerdo que años atrás cuando saqué mi propuesta la presenté en muchos locales, había sitios donde uno presentar propuestas diferentes. Me acuerdo que abría con «Coco mai mai» y la gente salía a guarachar. ¡Bueno! que había gente que no le gustaba ese número, entonces tocábamos un número del Gran Combo y me hacía el loco y volvía a meter «Coco mai mai» y así estaba, tratando de colar temas diferentes a lo que la gente está acostumbrada a escuchar. Y, por supuesto, también, acostumbrar a la gente a que conozcan el trabajo de uno, tratar de sacarlo un poco de la música más convencional a la que está acostumbrado.

 

Juan Pablo, no quiero terminar la entrevista sin preguntarte ¿por qué el timbal? ¿Qué te llevó a ese instrumento?

 

Bueno, te voy a confesar esto: Mi instrumento siempre ha sido la tumbadora, el que me gusta, el que más me ha llamado la atención el que llevo aquí (dice poniéndose la mano en el pecho). Lo que pasó fue que, en aquellos inicios, cuando entré con Germán Medina en la Orquesta Cohimbre fue algo como accidental que tuviera que tocar timbal. En realidad, iba a tocar tumbadora, pero me dijeron: “No, ahora tú vas a tocar timbal”.

 

Fíjate que la verdad no había tenido chance de estudiar timbal en el taller de Sarría. Ese taller lo dictaban uno Raúl Bolívar y el otro Alberto Borregales, pero como siempre llegaba tarde, o no había cupo entonces nunca podía inscribirme en el taller de timbal. Hasta que un día, estando ya un poco molesto dije: “No, yo no voy a estudiar esa vaina”. Pero resulta que en la Orquesta Cohimbre iba a entrar como conguero pero ya había un conguero y me dijeron que tocara el timbal. Y, pues, para poder agarrar el trabajo dije que sí. Y, bueno, eso fue todo un reto. Me tocó ir aprendiendo un poco empíricamente. Por ensayo y error, escuchando discos y dándole yo mismo porque claro en esa época no era como ahorita que tú te metes en el Youtube pones un tutorial y ahí te explica todos los fundamentos del instrumento.

 

Después de ahí me quedé casado con el timbal y me gustó mucho, aunque, por supuesto, no más que la tumbadora. Y, después, fui perfeccionando mi técnica en las clases con el maestro Alfredo Padilla y fueron tantos los trabajos como timbalero que me quedé con el timbal. Pero, lo que llevo en el corazón es la tumbadora. Me encanta por ejemplo cuando me llaman a grabar tumbadora. Me pongo a estudiarla para que cuando vaya a grabar todo salga muy bien. Ella está ahí y muy pocos saben que ella y yo estamos casados.

 

De hecho mi primer trabajo fue como conguero. Eso fue en la época cuando estaba estudiando. Me ponía a tocar y me llamaban “Vente Juan Pablo”. Así que mis primeras experiencias fueron como conguero, porque ya venía de estudiar con Orlando Poleo lo que era la marcha, el guaguancó y otros ritmos básicos de la tumbadora. Y, por supuesto, quería poner en práctica todas esas cosas que iba aprendiendo. Además, no tenía los instrumentos y cualquier chance que me daban los aprovechaba para tocar. A veces estaba tocando y en un tema tocaba todos los ritmos que había aprendido: tocaba bomba, tocaba plena, tocaba guaguancó, tocaba de todo para ir practicando lo aprendido…. jajajajajaja.

 

 

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