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Este artículo fue publicado meses antes del fallecimiento del gran Cheo Feliciano (Ponce, Puerto Rico, 3 de julio de 1935 – San Juan, 17 de abril de 2014) y porque siempre lo recordamos, aquí está nuevamente la crónica de su gran trayectoria musical, vivida, gozada y relatada por su buen amigo el doctor Luis Delgado-Aparicio (+). Disfrútenla, Sentimiento Tu…!!!

 

Cheo Feliciano

EL ÚNICO NEGRO QUE SUDA MIEL POR LOS POROS

Luis Delgado-Aparicio Porta

 

Las abejas chupan el néctar de las flores y mediante su estilete o boca, que viene a ser como una aguja de jeringa, depositan esta en los diferentes orificios de la colmena. A partir de allí se forma la miel después de un proceso de destilación. Sonará extraño que iniciemos esta colaboración para www.mamboinnradio.com con un titular semejante, pero ésta es la marca distintiva del exquisito gusto que despliega en su canto José Luis Ángel “Cheo” Feliciano Vega (¡gracias a ese ángel de la guardia se salvó!). Con setenta y ocho años bien aprovechados, aunque una vez se fuera al infierno con pasaje de ida y vuelta, -ya lo veremos-, es una de las figuras encumbradas de la expresión. Tiene, además, una frase peculiar que lo distingue y aunque parezca un galimatías, no lo es. “Familia, se soltaron los caballos”, es más que una expresión, una vociferante exclamación que trasciende el campo metafísico de las emociones en clave de sol, siendo el eje central que nos conduce al momento culminante de la canción, una catarsis de alegría que invade la imaginaria pista por donde sólo galopan los pura sangre, es decir, en nuestro campo, la quinta esencia del sabor. Además, no olvidemos que ¡¡¡…Sentimiento tu…!!! es otra cariñosa forma de dirigirse a su público.

 

Su canto se asemeja a un tren indolente, que enhebra a través de paisajes crepusculares de luz lunar nuestras candorosas emociones, orientándonos hacia la letra de la canción, interpretándola cada oyente de acuerdo a como sea en ese momento su estado de ánimo. Él es, entonces, el encargado de hacernos disfrutar, bailar y gozar con su canto boricua, y, de otro lado, soñar, enamorarnos y ser felices con la otra vertiente que magistralmente domina, el bolero, esa vivencia que retrata al amor y aunque no sepamos quien lo haya escrito, asumimos es nuestro porque su letra nos delata, todo ello, imaginariamente, una catarata de cariño, como él suele acotar.

 

Basta escucharlo y verlo para afirmar que es un artista completo, ya que cuando canta, encanta, siendo puro sentimiento y como ser humano, dulce como un caramelo. Cada una de sus canciones es como un traje a la medida para el oyente al sentirse cómodo con ella. Así, desde su participación como vocalista del gran Sexteto de Joe Cuba hasta hoy, soberano solista, cada uno de sus temas es una transfusión generosa que nos hace, convirtiéndose en nuestro preferido. Empero, caminar por las calles de San Juan con él es una experiencia notable, no habiendo persona que deje de saludarlo y él, presto, responde a todos con una palabra afable. Soy testigo de ello al pasear con Cheo en innumerables ocasiones por la famosa Parada 15; verlo tararear y bailar en la playa con quien se le acerque es un banquete audio visual y al hacerle referencia a sus éxitos, él, sin alarde de su bien ganada fama, comparte un “heladito de coco” con todos. Cuando llegó a Lima en julio de 1984, para presentarse en la Feria del Hogar con Rubén Blades y Celia Cruz, me lo llevé directamente a una cevichería, la de Carlos Loza Arellano en el Callao. Le dije a él: te tengo una sorpresa en el carro; acércate”. Al salir, se encontró con Cheo, saliéndosele las lágrimas al darle la mano y decirle con la voz entrecortada; “este era mi gran sueño que hoy se hace realidad». Oriundo de Ponce, Puerto Rico, es Cheo Feliciano, un maravilloso ser humano, sabiendo sólo Dios sabe por qué le dió tantísimo talento y que él supo aprovechar.

 

LUIS DELGADO-APARICIO & CHEO FELICIANO
LUIS DELGADO-APARICIO & CHEO FELICIANO

 

LIMINAR

 

Su padre, Prudencio, fue carpintero, su señora madre, doña Crecensia, una amable y hermosa ama de casa, de pelo largo y saya blanca, típica de la mujer boricua. El barrio que marcó su infancia en la Calla Guadalupe, calle Segunda en Ponce tenía una notoria diferencia; a un lado de la vereda vivían familias acomodadas y al frente las humildes, justo el lugar donde moraban los Feliciano. Su pasatiempo era cazar ratones, convirtiendo su vivienda en el centro de atención, ya que el patio tenía siete árboles de Quenepa (mamón), cuya fruta es muy dulce, acostumbrándose a pasarse con sus amigos de uno a otro. Dice Cheo: “ese era mi safari, aventura que continuaba con la caravana a la playa, siendo yo el que los guiaba”. Otra actividad era que su padre acostumbraba ir al mercado y cocinaba los domingos, casi siempre carne y vegetales propias de la culinaria boricua, -quizás con gandules-, lo que sabía a banquete con mantel largo en casa pobre. Mientras prendía el fogón y alineaba la olla, solía cantar, haciéndole el contra canto su esposa, una alegría para Cheo quien cuenta que desde muy niño esperaba ese sagrado momento, quizás el advenimiento de su futura carrera musical. También une al Barrio y la mulata en “Eso es el Guaguanco” al cantar: “Para mi el guaguancó es una alborada, es la tristeza que me hace sonreír, cada mañana, es lo que llega desde el Barrio al  alma dentro, lo que se filtra por el mismo corazón, lo que en las venas se hacen loco sentimiento, lo que me hace palpitante de emoción, para mi todo eso es guaguancó. Es más que la mulata que menea, la cintura como una revolución, va más allá del toque de un tambor, y hasta el amor me parece  un guaguancó, para mi el guaguanco es una alborada, porque en el alma se prendió como una luz, es una fuerza penetrante de verdad es la cadencia que me da felicidad”. Esta es una de sus grandes canciones que demuestran el inmenso talento que tiene el ¡señor sentimiento!.

 

Como sucede con frecuencia al tratarse de cultores de la música popular, es ciertamente difícil encontrar datos concretos y verídicos sobre sus primeros años de vida. Esto es explicable porque recién despiertan la curiosidad o interés de la gente luego de sus hazañas realizadas, contrariamente a lo que generalmente pasa con otros durante la pujante juventud y a veces hasta en la madurez, siendo Mozart la gran excepción que confirma la regla. De lo indagado, Cheo, con ocho años formó un grupo “Las Latas”, donde predominaban las sartenes y utensilios de todos los tamaños, cantando aguinaldos de navidad y versos pleneros, recibiendo propinas, gustando tantísimo que el Combo se mantuvo unido un año, habiendo ganado muchos caramelos y juguetes.

 

Cuenta que su interés musical se inicia escuchando al Trío Los Panchos y al barítono colombiano Carlos Ramírez, siendo su pasatiempo tratar de imitarlo. Tomó clases de canto en el colegio, siendo las mismas dictadas en los camarines del teatro La Perla, en Ponce, y quiso estudiar guitarra, pero siendo el número de inscritos elevado y habiendo sólo dos de ellas, se inclinó por el trombón. Fue en 1952, año que su padre decide mudar el hogar a Nueva York, coincidiendo con el gran éxodo migratorio boricua hacia la “Gran Manzana”. Allí fue al Seward High School, donde, junto con las chicas y chicos del barrio, empezó a escuchar la música afro antillana, en todas sus riquísimas variantes. La noche de los viernes y sábados se juntaban en la esquina del famoso “Palladium” para ver pasar rumbo a su trabajo a los músicos de Tito Puente, Machito, Tito Rodríguez y Moncho Leña. Siendo muy joven y sin un “chavo” (dinero), logró la forma de entrar al Club, consiguiendo ser el maletero que cargaba los instrumentos de los grandes. Eventualmente, hizo de percusionista, reconociendo que se hizo amigo de Machito, a quien reconoce como su mentor.

 

Porta equipajes de la orquesta de Tito Rodríguez, tal como me lo contó en su casa de “Carolina” durante nuestras largas conversaciones, un día lo presentaron y cantó “Chango ta veni”, siendo la primera y única vez. Decía que el maestro era muy exigente con su orquesta, lo apodaban el “pequeño César”, ya que caminaba con un látigo en la mano, no solo para marcar el ritmo cual metrónomo, sino como signo de autoridad. Como cuenta Tito Rodríguez en su producción Esta es mi orquesta, los músicos lo llamaban “el jefe y otras que no quiero decir”, muestra de su perfeccionismo, humano y musical, habiendo sido hasta hoy el músico, comercialmente hablando, que el mundo conoce. Un día de improviso se le acercó y le dijo: “Cheíto, te escuché cantar y tienes muchas condiciones para hacerlo profesionalmente. Se ha formado un grupo de piano, vibráfono y ritmo y me han pedido que los ayude a conseguir un cantante. Creo que encajarías bien con ellos”.

 

CHEO FELICIANO & JOE CUBA
CHEO FELICIANO & JOE CUBA

 

Allí comienza la historia de seis músicos del Harlem hispano que lograron con su estilo y su sonido, acaparar la atención de multitudes. En una fiesta en la calle 115 del Barrio, conoce a Gilberto Miguel Calderón, apodado “Sonny”, que luego cambiaría su nombre y apellido a Joe Cuba y su grupo los “Cha Cha Cha Boys”, debutando en el club San Juan. Fue Catalino Rolón, un empresrio que rondaba por el circuito “Cuchifrito”, el que lo motiva a cambiarse de nombre, adoptando el de Joe Cuba y su Sexteto. Inmediatamente fue a la búsqueda de Tito Rodríguez  para un consejo, diciéndole este: “olvídate de Willie Torres, que yo tengo uno muy bueno que trabaja conmigo en la orquesta. La oportunidad le llegó, haciéndole las pruebas el timbalero y corista Jimmy Sabater. “Ese fue mi inicio como cantante”, cuenta Cheo orgullosamente.

 

Después del auspicioso debut, el sexteto se plantó con gallardía frente a orquestas con una poderosísima cuerda o sección de vientos, siendo muy cotizados. Poco a poco inundaron la sala de fiesta o “ballroom”, llegándoles el momento de ir a grabar. Inicialmente lo hicieron en el sello Seeco, cuyos LP’s Steppin’ Out (#9248); Diggin’ The Most (#9259) y Commin’ at You (#9268), los pusieron en ventas y actuaciones a niveles nunca imaginados, como bien dicen ellos “en la china”. Luego se cambiaron al sello Tico donde grabaron  Vagabundeando (#1112); El Alma del Barrio (#1119); Bailadores (“1124)  y Estamos Haciendo Algo Bien (#1133), producciones que se escuchaban en las radios y especialmente en el Harlem hispano alternando con los dos Titos y Machito. Recuerdo que a mediados de los sesentas, cuando al tener que pasar por diversas operaciones, mi madre me regaló un radio y escuchaba desde las 7 de la noche el programa de Dick “Ricardo” Sugar, contemporizando con otro grande, Symphony “Sid” Torrin, quien fue el que presenta a Fania All Stars en el Cheetah. Durante esa década, cuando pasaba por Nueva York iba al Palladium y sobre todo escuchaba Radio, la mejor escuela que he tenido para aprender los sucesos de este género. Antes, en los cincuentas, siendo menor de edad me paraba por las tardes frente al local para escuchar desde la calle los ensayos de mis ídolos. Todo ello lo cuento en lo que un día serás, si Dios quiere, Ese sentimiento que llevo dentro.

 

Podríamos señalar que sus canciones comentaban lo que sucedía en el Barrio, vivían allí y las letras de sus canciones lo decían todo. El más lúcido periodista latino de Nueva York, gozando de una muy respetada autoridad, Max Salazar, cuenta en su epónimo y versado libro Mambo Kingdom (Schirmer Trade Books – NYC, Londres, Paris, Sidney, Madrid, Tokio Berín – 309 páginas, 202), que: “Joe Cuba escuchó a Cheo en una prueba; lo hizo tocar la campana y cantar las mejores canciones de su mentor, contratándolo inmediatamente. Nunca olvidó que su primera actuación fue el 5 de octubre de 1957, el día que se casó con Socorro “Coco” Prieto, cantando hasta las cinco de la madrugada para luego emprender la luna de miel. No dudo que la canción “Como ríen”, elevó a Cheo al grupo de elite con Lucho Gatica, Vicentico Valdés, Machito y Vitín Aviles. Ahora el mundo latino tenía, indiscutiblemente, otro  Frank Sinatra” (SIC).

 

EN BUSCA DE UN ESTILO

 

“Todo lo que aprendía lo hice en mis diversas actuaciones”, -un autodidacta, caso similar al de Benny Moré en Cuba, dice Cheo. El sonido fluía de su garganta, pero como un diamante en bruto, debía ser pulido, dejando de imitar a sus favoritos, haciéndolo de la forma más natural y donde él se sentía cómodo, matizando los colores de su voz con expresiones auténticas, lo que pronto le hizo un sitial e identificó a su estilo. Cantaba y lo hacía teniendo una campana en la mano para acompañarse, al revés de un par de maracas como es lo usual, indicándole el instrumento cuando se había cruzado la clave, lo que es imperdonable en este género. Curiosamente, otros grupos lo llamarían como Cal Tjader y Mongo Santamaría, pero él se mantuvo fiel al sexteto, tal como aparece en el libro Hablando de Salsa de Mary Kent (Una heráldica musical – Altamonte Springs, Florida; publicado por Digital Domain, 415 páginas, 2005).

 

 

Cada presentación le servía para conocerse mejor, pidiéndole consejo a los otros músicos, que al mismo tiempo eran Nuyoricans y él, con diez y siete años, era el único que hablaba bien castellano. Esa era la época en que se distinguían los temas como mambo, rumba, guaguancó, son montuno, cha cha cha y, por supuesto, el bolero. De esa época es “El Ratón”, habiéndolo grabado primero con Joe Cuba, una mezcla de guajira con cha cha cha, conteniendo una historia que luego lo identificaría. Estuvo diez años con ellos, siendo su gran atracción, aún cuando competían con las orquestas grandes. De esa fructífera unión nadie olvida: “A las seis», «Oriente», «Salsa y Bembe», «Rosalía», «Que va», «Cachondea», «Callejero», «Ariñañará», «La Lapa», «Guaracha y Bembe», «Ya no tengo amigo», «Tremendo coco», «Bailadores», «Mi lindo son», «La Palomilla», «Dichoso», «Barquillero», «Como ríen», «Yo vine pa´ver» y decenas de éxitos insuperables. Lo curioso es que siendo un grupo pequeño compartían escenario con los insuperables, siendo su sonido el que identificó a  toda una generación.

 

Sin embargo en el Bolero es donde demostró la dualidad de su canto, especialidad que muy pocos logran alcanzar. Bien dice Helio Orovio (El Bolero Cubano – Editorial Letras Cubanas, 117 páginas, 1995): “A finales de la década del cuarenta, comienzan a dar a conocer sus canciones un grupo de creadores cubanos que conformarían el  movimiento del feeling. Se reúnen, remedando a los viejos trovadores, en casas, parques y cafés, para lo que Rosendo Ruiz define: la melodía abandona la quietud total, aborda las modulaciones y, armónicamente, se amplía el enlace de los acordes tonales y extratonales. En estas canciones la melodía es consecuencia de la armonía. A su vez la armonía amplía la gama de recursos técnicos y aborda el impresionismo “debussista”, pasando por el filtro de la música norteamericana” (SIC). Por ello se regocija haciendo “La Gloria eres Tu”, «Delirio”, “Cosas del alma”, “Contigo a la Distancia”, “Obsesión”, “Desahogo”, “Juguete”, “Pensar en Ti”, “Perdón” y en especial “Oh Vida”, en homenaje a Benny Moré, todos de dificilísima factura y que en su mayoría han sido interpretado por los grandes íconos románticos. Lo vocálico, tímbrico, armónico y rítmico forman esa conjunción que lo hace único.

 

Cheo había entrado, vertiginosamente, a un mundo nuevo, lleno de halagos y tentaciones, alentado por sus amigos y la gente del Barrio que lo veneraba. Los aplausos del público premiaron su talento y los halagos y muestras de cariño de infinidad de muchachas (“pollitos para ellos”), se rendían ante su romántica personalidad. Todo ello, añadido a su carácter independiente, lo hizo saborear el triunfo y las amistades de momento, siendo como todos los cantantes reconocen, la noche y el amanecer un verdadero peligro. Con la adrenalina al tope luego de haber cantado y bailado durante cinco horas es muy difícil irse derecho a casa a dormir, ya que los amigos siempre propondrán darse una vuelta por otro lugar para “tomarse el último trago”. Sin embargo, tenía en su Socorro (Coco) Prieto, a la preferida, la luz de sus ojos y esa alma buena que hizo todo por cuidarlo. No me cabe duda que esta extraordinaria mujer, esposa, madre y abuela, ha sido, es y será, la columna vertebral del hogar de Cheo, quien lo ayudó, comprendió y asistió siempre.

 

ATRAPADO POR EL VENENO

 

Ya casado con doña Coco, habiendo constituido una familia y encontrándose entre los grandes en la “Gran Manzana”, las drogas fuertes hicieron de él su carnada y lo atraparon, enredándolo decididas a acabarlo como ha sucedido con tantas grandes figuras. Durante años experimentó el dolor de la droga diaria y morirse hubiera sido lo más fácil, como otros. Lo que le sucedió a Cheo pertenece al pasado, pero él, con esa fortaleza de los hombres grandes, recuerda en las escuelas, universidades y cuando se lo solicitan, el infierno que vivió. Por ello soy muy respetuoso al tocar esta etapa tan triste, esos años oscuros en las que el cantante sufrió tantísimo, siendo indulgente para entender lo que le pasó, pero sobre todo, felicitarlo de como lo superó. Sabemos que hay muchos ciudadanos, comunes y corrientes, que luego de depender de las drogas y el alcohol se curan y acuden a AA alejándose del maligno entorno amical que los llevó al borde del precipicio. Pero me pregunto: “¿cómo pudo Cheo, rodeado de amigos (panas) músicos que se drogaban frente a él, estando diariamente en ese ambiente en razón a su trabajo y no sucumbir a la tentación?, hecho que es doblemente meritorio. Por ello es un hombre respetable y respetado, no sólo en la música sino en todo Puerto Rico. Ello demuestra el inmenso valor que tuvo Cheo para curarse, rehabilitarse y no sucumbir, dejando el vicio. Hoy, con autoridad, enseñar que el veneno mata.

 

CD Cheo Feliciano 1

 

En el periódico la “Estrella de San Juan”, el reportero John Ortiz lo entrevistó. Presten atención a ese calvario por el cual pasó: “Empecé fumando marihuana los sábados y luego otros días de semana. Me acostumbre a ellas y empecé a buscar droga más fuertes, como esnifar cocaína, empero, el problema se agravó cuando empecé a comprarla mezclada con heroína. El paso siguiente fue inyectarme. Me aleje de casa en las horas libres para “subirme al caballo” y luego de unas horas de sueño me sentía mal y salía a buscar más droga (manteca). Luego de dejar el sexteto grabé con Palmieri, me fui a Puerto Rico en 1969, siendo vocalista de “Kako y su Orquesta”.

 

Sigue Cheo narrando que “cuando ellos volvieron a Nueva York, me quedé solo en Puerto Rico, vagando por las calles, sin bañarme, afeitarme y sin zapatos, no teniendo donde dormir, pidiendo unos pesos para poder conseguir droga, la misma que antes que cualquier alimento me la metía en la venas. Me había convertido en un vagabundo, perdido la vergüenza y era, textualmente, un estropajo andante. Fue en las navidades de 1969 que Tommy Olivencia me habló de los Hogares CREA, un centro de rehabilitación para artistas ubicado en Trujillo Alto. Estuve tres años, amarrado a la cama, sintiendo sólo dolor de la abstinencia, fiebre y náuseas. Recién en 1972 me sentí recuperado, aceptando la propuesta de Jerry Masucci para grabar el álbum Cheo. «Los directivos de CREA pensaron que no volvería, pero a la semana me presenté con mis maletas, dispuesto a cumplir con mis obligaciones. Luego de unos meses recibí mi certificado, el mismo que señalaba que había completado mi tratamiento». Esas palabras deben hacer meditar a muchos.

 

Debemos hacer una atingencia para describir el horroroso estado al que llega el ser humano, tomada de explicaciones médicas que nos hicieron llegar. “El consumo de cocaína, potente psicoestimulante cerebral, no ha dejado de crecer desde los años 60 del siglo XX, causando un complejo problema de salud pública. Sin embargo, y a pesar de la gravedad de los efectos que el consumo de la cocaína causa en el organismo, especialmente en el cerebro, la dependencia a esta sustancia no siempre se trata médicamente. En muchos casos, la falta de un tratamiento de cocaína efectivo tiene que ver con que en el pasado se consideraba que la abstinencia de cocaína no provocaba síntomas físicos muy evidentes como los que produce la adicción a la heroína o el alcohol. Esto hacía pensar que la cocaína no era adictiva y, que por tanto, su abuso no requería tratamiento. Lo cierto es que hoy en día las evidencias neurobiológicas revelan alteraciones fundamentales que la cocaína produce en el cerebro.

 

Imagen de recuperación la idea de supuesta levedad de los efectos de la cocaína, ha contribuido a que todavía hoy haya concepciones erróneas y arcaicas sobre lo que es la adicción, creencias que impiden que esta patología sea tratada como una enfermedad. Todavía para mucha gente la adicción es una cuestión de decisión personal, es decir, el adicto lo sería porque quiere consumir droga, o porque no tiene carácter suficiente para decir no, de modo que el no dejar de consumir drogas es porque no tiene fuerza de voluntad. Detrás de estas concepciones está la creencia de que abandonar la adicción a sustancias químicas está enteramente en las manos (en la voluntad) de la persona adicta.

 

Cerebro drogas

 

Pero la realidad es que la adicción, más allá de la decisión y la voluntad, es una enfermedad que escapa, en gran medida, al control del adicto. Cuando una persona consume cocaína, su cerebro sufre modificaciones físicas inmediatas. Algunos de estos cambios desaparecen a corto plazo –como la euforia, locuacidad, sensación de fortaleza o excitación-, mientras que otros se mantienen a largo plazo, provocando alteraciones que llevan a la persona adicta a perder el control de su vida.

 

La cocaína actúa irrumpiendo en el sistema de comunicación del cerebro. Esta droga ataca, entre otras funciones cerebrales, el sistema de gratificación, inundando este circuito con dopamina –neurotransmisor que regula las sensaciones de placer, entre otras funciones-. Esto provoca, además de una sensación de euforia, una notificación cerebral que indica que algo realmente importante y satisfactorio está ocurriendo y que debe repetirse de nuevo, al igual que todas las actividades que reportan bienestar. Se crea así un nuevo canal de comunicación cerebral que se hará más fuerte a medida que se consuma cocaína. Como consecuencia, para que el cerebro de una persona adicta a la cocaína tenga un funcionamiento normal, necesita activar constantemente el sistema de gratificación, y el único modo que posee para lograrlo es repitiendo el consumo. Esto implica que el adicto difícilmente puede controlar ese deseo debido a los daños cerebrales producidos por la cocaína, y lo que es más grave, pierde la capacidad para autoevaluar los daños que el consumo de cocaína le está provocando. Como resultado de todo ello, le resulta enormemente difícil redirigir su conducta hacia el abandono de la droga y hacia un estilo de vida más saludable.

 

Por tanto, la adicción es una enfermedad cerebral. Una enfermedad que se puede tratar y de la que hay recuperación. Hoy en día, gracias a las investigaciones y las nuevas tecnologías sanitarias, cada vez se sabe más acerca del funcionamiento de la cocaína en el cerebro y los efectos que produce, lo que permite desarrollar tratamientos de cocaína utilizando fármacos adecuados para que el adicto recupere el control de su vida y para que se pueda curar la adicción a esta droga” SIC . (Esta consulta clínica se nos refirió por un profesional, advirtiéndonos, que en el caso de la heroína, la dependencia es gravísima, el tratamiento muy largo y nadie puede asegurar la recaída. Por ello es que somos partidarios de NO legalizar las drogas, que  según nuestro amigo, el Dr. Alejandro Vasilaqui, Director de CEDRO, ese sería un camino peligrosísimo para nuestra población).

 

CONVERSANDO CON ÉL SOBRE EL TEMA

 

Al enseñarme su brazo se nota en la unión de venas con el antebrazo un nudo azulado, lugar donde se inyectó durante años, recordándome que lo hacía, además, en diferentes partes del cuerpo. Sólo para graficarlo me dijo: “Lucho, es como tomarte de frente  un vaso de agua caliente. Salir del caballo (la debilidad) donde estás montado por la manteca (la droga), es muchísimo peor…”. Alrededor de 1967 Cheo estaba muy enfermo por la droga. Me cuenta que dormía en los parques de La Perla y no comía, casi limosneaba para comprar el veneno, cuando de vuelta en NYC, fue Eddie Palmieri el que lo convoca para hacer una de sus mejores interpretaciones: “Busca lo Tuyo”, escrita por Marcelino Guerra del disco Champagne en 1968. (Catorce años después de esa producción, decide Eddie Palmieri desempolvar unos arreglos que tenía del gran René «El látigo» Hernández, tal como me lo contó cuando vino a la Feria del Hogar y vuelve a convocar a Cheo Feliciano para que le haga tres de ellos. «El día que me quieras», «Ritmo Alegre» y «Páginas de Mujer», piezas de inmejorable calidad musical y bien se puede decir que son una verdadera obra de arte, las que no pasarán nunca de moda. También lo invitó Monguito Santamaría para grabar el elepe Hey Sister).

 

 

La noche anterior a la grabación se quedó a dormir en los estudios, grabando la canción “Busca lo tuyo” a la primera toma, para admiración de todos por el estado deplorable en que se encontraba. Luego de ello, como nos lo contó con lujo de detalles, adopta una decisión trascendental: se alejó del venenoso vacilón, internándose cuatro años en Los Hogares CREA, institución para curar a drogadictos la misma que le salvó la vida. Por supuesto, nunca faltan en esta vida aquellos envidiosos que comentaban en los diferentes círculos que Cheo estaba acabado, que nunca más cantaría y uno de los que él creía era su amigo, se ufanaba en decir que Cheo nunca soportaría el durísimo tratamiento y que recaería al salir. Felizmente esa gentuza se equivocó de cabo a rabo y hace cuarenta años el gran Cheo Feliciano esta limpio, curado y orgulloso de superar una etapa, la que se ha llevado a muchos otros de esta tierra. Además, tiene 78 años sigue en la ¡RUMBA y a todo color! Demostración que es uno de los grandes. Ojalá Dios le pueda dar muchos años de vida para alegría de su familia y de nosotros sus seguidores.

 

Comprenderán que se han inventado cantidades de infundios al respecto, ya que cierta prensa, también en Puerto Rico, vive del chisme y la soplonería. Sufrió todas las penalidades y abyecciones de los desheredados, un leproso social, recuperándose a base de un esfuerzo sobrehumano junto a la ayuda de toda su familia. He sido testigo de la admiración de los grandes cultores de este género  cuando hablan sobre Cheo y de autoridades que lo consideran un ciudadano ejemplar. Si bien en sus años difíciles, orillado por la necesidad hizo de todo, pero dentro de ello nada que lo descalifique ni deshonre con la Ley, es en La Isla del Encanto un ejemplo de vida. Para ello, hasta comerciales de Radio y Televisión ha hecho contando su historia, y como bien decía Manny Oquendo “la droga es fatal”.

 

Tal como lo dijéramos al inicio, debo hacer un necesario paréntesis para transcribir unos párrafos del libro de Edgardo Rodríguez Juliá El entierro de Cortijo (Ediciones Huracán, Río Piedras, Puerto Rico, 1983), el mismo que grafica su nobleza y determinación de hombre de bien. “Si el entierro es el fin de la vida, el velorio es el reino de la emociones conflictivas, el espacio donde el desordenado espacio interior no se decide entre acatar la muerte o negarla, ello por la engañosa estadía de ese difunto que aún no se ha convertido en recuerdo…….El caserío Llorens Torres, esa tierra de nadie que se llama la calle Providencia…..para tocar el cadáver del conguero-timbalero mayor, el gran Cortijo, hijo predilecto de la grey cangrejera lo visitan artistas y pueblo….Z-93 está trasmitiendo…..con el Cheo respetado, quitao, alejado de las drogas y la jodedera, bien casao, tranquilo y hasta un poco patriarcal, respira ese sosiego sólo dable a los hombres que se han ido al infierno con pasaje de regreso (SIC).

 

En Memorias de la Salsa, Tite Curet Alonso escribe para el libro de Lise Waxer Situating Salsa (Routledge Published in Great Britain, 335 páginas, año 2002), unas palabras enternecedoras, diciendo el maestro compositor: “Lo encontré en la calle 110 y me fue presentado por Nandy Sterlig, diciéndole a boca de jarro que al sonear a veces se apartaba del tema y debía corregirlo. De allí surgió una maravillosa amistad. Ya rehabilitado, llegué a la oficina de Jerry Masucci en Fania con un folder bajo el brazo, el Proyecto Feliciano. Allí estaban «Anacaona», «Franqueza cruel», «Esto es el guaguancó» y otros. Mientras, Cheo en Puerto Rico estaba dedicado a la vida familiar, plantando flores y vegetales y yo lo apodé como el “mejor jardinero negro de Santurce”. Luego seguirían “Los Entierros», «Estampa Marina», «Juan Albañil», «Trizas» y su «Amada mía», considera la pieza maestra del sentimiento. Ahora ya es abuelo y sigo considerándolo como un tremendo amigo”.

 

CHEO FELICIANO, OSCAR D'LEÓN, DOMINGO QUIÑONES Y MICHAEL STUART
CHEO FELICIANO, OSCAR D’LEÓN, DOMINGO QUIÑONES Y MICHAEL STUART

 

UNA NUEVA OPORTUNIDAD

 

Luego de esa gran producción, ilustrada con la foto de Cheo mirando el viejo Castillo de El Morro, que fue su primera producción luego de completado su tratamiento, en 1972, el sello VAYA le grabó La voz sensual de Cheo. La presentación se hizo en el famoso Carnegie Hall, tal como lo recuerda Max Salazar en su libro Mambo Kingdom- La música Latina en Nueva York (Schirmer Publishers, Madrid, Paris, Berlín, Sidney, Londres, Tokio, NYC. 309 páginas – 2002), a cargo de Izzy Sanabria, editor de Latin New York: “El respaldo musical fue de Jorge Calandrelli y Cheo, con un smoking azulado recibió un sonoro aplauso de bienvenida a la música, empezando su actuación cantando “Contigo en la Distancia”, para luego como un típico newyorican, conversar con el público en inglés y español. Siguieron “Como Ríen», «Siempre en ti», «Nuestra Vida» y «Juguete”, logrando una apoteosis histórica en tan prestigioso escenario. Luego Izzy logró que el publico se pusiera de pié y con la contundencia necesaria dijo: “se nos acaba de ir el gran Tito Rodríguez y estoy seguro que ustedes estarán de acuerdo en que Cheo debe tomar su lugar. La explosión de jubilo fue inmensa y atronadora, las lágrimas fluían de todos los rincones y la audiencia, unánimemente, lo coronó como el «Rey del Bolero» (para nosotros hasta hoy y…largamente).

 

Quien primero publica un apoteósico estudio El libro de la Salsa – Crónicas del Caribe Urbano, fue César Miguel Rondon (Editorial Arte, Caracas, Venezuela, 343 páginas, 1980). Conseguí la primera edición gracias a mis amigos de Editorial Universal, en Miami, hoy una edición histórica. Buscada por los coleccionistas, a partir de la página 99 narra con lujo de detalles a “Las Estrellas de la Fania”, sosteniendo con la mayor autoridad, que el boom de la Salsa es analizado recién a partir de ellos.

 

“Desde que fueron publicados los discos que recogían los recitales del Cheetah el 26 de agosto de 1972, habiéndose con una lujosa edición los cuarenta años de este suceso, sólo comparable al Festival de Woodstock, según la revista Rolling Stone. El verdadero gancho lo constituyó «El Ratón», un viejo montuno de Cheo que luego causó un alboroto en el Coliseo Roberto Clemente en PR. Aparte del arreglo nuevo, estaba la interpretación del propio Feliciano con una voz penetrante y agradable, y su estilo libre le permitía jugar como un planeador por encima de la armonía y del montuno. Empero, el gato de la canción no estaba ni en la droga ni en la política, sino en la cotidianeidad del amor. La moraleja del cuento está en el chisme, en ese comentario que corre por todo el vecindario descubriendo las acciones clandestinas del gato adúltero.

 

Después de ello vino Fania All Stars, su exitosa etapa como solista, fundar el sello Coche, celebrar sus 25 años cantando, viajar, dar conciertos, recitales y seguir produciendo discos. Todo ello es historia conocida por ustedes y en Maestra Vida la hemos propagado hasta la saciedad. Empero, antes de terminar hacemos un breve apunte. El video de Youtube que recrea el presente artículo, donde a dúo con Danny Rivera y en el piano Papo Lucca, es una apoteosis como: “Cosas del alma”, «La Gloria eres tu”, “Poquita fe”, “Delirio”, “Juguete”, son una interpretación que hace historia y demuestra la maestría y el talento de estos bardos para hacer, a una y dos voces, un concierto celestial del Bolero. DISFRÚTENLA…!!!

 

 

Saravá, Familia…!!!!

 

 

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