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Frank Grillo ‘Machito’ no sólo es figura entrañable sino autor, junto a su cuñado don Mario Bauzá, de una de las páginas emblemáticas de este género como el matrimonio de la música afrocubana con el jazz norteamericano. Detrás de ambos hay una historia rica y ejemplar que es reconstruida por la pluma del doctor Luis Delgado-Aparicio Porta (+).

 

‘Machito’ y Bauzá

SOPA DE PICHÓN EN Mamboinn Radio

Luis Delgado-Aparicio Porta

 

Al revisar los capítulos X y XI de la Geografía Universal editada por Paul Vidal de la Blache y Louis Gallois hecha en 1936, se define en esa enciclopédica publicación  que: “El nombre de Antilla procede del de Antilia, isla fantástica citada ya por Aristóteles. La Antilla, con su desinencia plural, fue paulatinamente fijada por los cartógrafos para la denominación genérica de las Islas de este archipiélago de América. A esas bocas interinsulares, abiertas por la naturaleza y equivalentes a las de Gibraltar en el Viejo Mundo se les conoce como el Golfo de México al norte y el Mar de las Antillas o Mar Caribe al Sur”.

 

La Isla de Cuba, fue la que albergó la mayor cantidad de la población esclava que llegó en los albores del siglo XVI. Tomando como punto de inicio la relación diacrónica de la evolución en el nuevo mundo caribeño, encontraremos en esta Página Web los primarios antecedentes desde “La Música Patogénica en el Trabajo”, refrendada por los conceptos de “La Africanía en América” y sustentada en acontecimientos de la vida cotidiana como en “Lo Mágico Religioso en el Trópico”, que tal como llamó y definió el sabio cubano don Fernando Ortiz fueron el sustento para que él pudiese acuñar en su famoso tratado Contrapunteo del Tabaco y el Azúcar (1940) el vocablo TRANSCULTURACIÓN. Producto de quinientos años de (des) encuentro en su coexistencia con los iniciales colonizadores, el negro y los  criollos lograron, principalmente, que el  predominio del tambor ancestral y su ritmo hagan metástasis en el planeta.

 

Es meridiano establecer que los orígenes del sistema de creencias que llegaron con los pobladores de nación del África occidental y meridional, tal como lo fueron en la Mesopotamia de Babilonia y Siria, son una consecuencia del inmenso aporte del esclavo y sus tradiciones, donde el hoplita al decir de Max Weber, no pudo prescindir de él, como el caballero de la Edad Media del campesino, sirviéndole como mano de obra en plantaciones, vegas y otros. Desde sus barracones y cabildos de nación nos ha llegado su legado, lo que al decir analógicamente del maestro alemán Weber: “el sustento anímico fue su religiosidad ética que se sitúa en fuerte tensión con la esfera del arte, como el poder mas irracional de la vida personal; esta relación primitiva entre ambas esferas fue la más íntima imaginable” (Economía y Sociedad – Fondo de Cultura Económica – Décimo Tercera reimpresión, páginas 473 y 1026 – [de la original en 1922] año 1999, México, D.F.).

 

De esta categórica aseveración se personaliza e institucionaliza el dual equipaje musical y religioso que hombres libres trajeron al Nuevo Mundo, sumándose el pesado fragor de su existencia como el sustrato que nos alcanzan sus tradiciones hasta el día de hoy. El culto en la primera y la música y los bailes en la segunda, fueron el sustento espiritual y anímico que los negros tuvieron para poder soportar los durísimos regímenes de trabajo, sumados a la precariedad de sus vidas y a la desesperanza de su devenir.

 

Domiciliados inicialmente en la Antilla Mayor, el tráfico de esclavos se difuminó por toda América, trasladándose con ellos sus costumbres y creencias las que se conectaron y reencontraron posteriormente en diferentes medios de adaptación; el Norte que los deculturó  y el Sur que quiso aculturarlas, pero que luego, como por ensalmo se reencontraron cuatro siglos después tal como hemos dado cuenta en “El Encuentro de dos Culturas”. Todo ese bagaje traído y heredado, -desde la Jicotea, aquella tortuga que hoy se encuentra en las aguas dulces del Caribe y que simboliza la unión con la meseta africana y la esclavitud, tal como cuenta la distinguida intelectual doña Lydia Cabrera- es el puente por donde transitan sus descendientes los que han sembrado un movimiento musical reflejado en un  árbol, de varias raíces y cuyos frutos están en el espíritu de las manifestaciones musicales que pueblan los cinco continentes.

 

 

Los árabes introdujeron el azúcar  en España y  los colonizadores la trajeron al Nuevo Mundo, encontrando un clima fértil para su cosecha en los ingenios; por otro lado, el tabaco (de la especie Rusbi y Sylvestria) es la planta conocida en la botánica como “Nicotiana Tabacum”, siendo el regalo que los españoles encontraron en las nuevas tierras americanas. Para nuestro tácito objetivo, tanto una como la otra nos pueden servir de sutil referencia para identificar a los dos distinguidos personajes materia de nuestro estudio, que a diferencias del clásico contrapunto, éstos fueron la unidad necesaria para amalgamar lo afrocubano. Nos aventuramos a decir que Machito y Mario son los herederos de esos cultivos y Graciela, hermana del primero y cuñada del segundo, es la gota de café bien sabroso  que los matiza.

 

Don Mario Bauzá nació en La Habana el 28 de abril de 1911, hijo de doña Dolores y don Hilario Bauzá, creciendo en  el barrio de  Cayo Hueso. Estudió inicialmente por iniciativa de su padrino flauta y clarinete en el Conservatorio, incorporándose luego a la Orquesta Filarmónica de la Habana, alternando socialmente con los que serían eminentes figuras, entre ellos su amigo Chano Pozo. El musicólogo Leonardo Padura le hizo una célebre entrevista en el Bar “La Catedral” en Nueva York que sirve de pauta a los estudiosos, donde señala que “a los catorce años tocaba con las orquestas de Felipe Valdés, Juanito Zequeira y Raimundo Valenzuela, las mismas que interpretaban el  Danzón”.

 

Por otro lado, según la musicóloga, pianista y profesora Isabelle Leymarie, su cuñado, socio y contraparte, Frank Grillo Gutiérrez ‘Macho/Machito’, fue natural del festivo barrio de Jesús María en La Habana; nació el 16 de febrero 1912, siendo el mayor de seis hermanos e inclinándose por el canto desde niño. Él cuenta en la película sobre su vida (escrita por Isabelle Leymarie), que “ayudaba a su padre a vender frijoles, malanga, boniato y carne mechada (tasajo), acercándose a escuchar sones y rumbas en los solares. Al crecer tuvo un encuentro con el instrumento que lo identificó, las maracas, adquiriendo al poco tiempo la fama de maraquero mayor”. Machito y Mario además, trabajaron juntos como mecánicos en la compañía de autos Dodge y fueron también cuñados ya que Mario se casó con Estrella, su hermana.

 

Nos ubicamos entonces en Cuba durante la década de los años veinte (20’) y es necesario detenernos para describir con la magnífica información de Louis A. Pérez en su libro On Becoming Cuban – Identity, Natinality & Cultura (Univerity of North Carolina Press – HarperCollins, página 166 y siguientes, año 1999), señalando el desarrollo de la capital habanera, su crecimiento, evolución, auge musical y centro de libertades que llamaron la atención. Hay que dejar a salvo que la industria del cine proyectó una imagen festiva y alegórica, que era por supuesto la que vendía; sin embargo, su desarrollo cultural e intelectual estuvo muy adelantado con referencia a otros países vecinos en la época.

 

Algunos ejemplos nos pueden servir para graficar que “en 1921 (la traducción es nuestra) Aeromarine Airways, Inc. inauguraba vuelos diarios desde Key West (en Miami) a la Habana; en 1928 Pan American Airways lo hacía directamente hasta el aeropuerto de Campo Columbia. El acta Volstead en USA prohibió en Estados Unidos la venta de bebidas alcohólicas, haciendo consecuentemente que Cuba fuera el paraje obligado y el turismo creciera (página 167); se abrieron locales como el Neptuno Bar, el Gold (con 60 bailarinas), Café Suzerac, Ballhoo Bar, George Winter Palace, Nueva Orlean’s Café, el curioso Seminal Café y el mas famoso Sloppy Joe’s Bar (que era una sucursal del de Miami). Al término de la década se habían abierto 7000 bares (página 169). Consiguientemente se inauguraron grandes hoteles como Miramar, Lincoln, Savoy, Saratoga, Palace, Bristol, que junto con el New Ritz y el Hotel Nacional, llamados la “quintaesencia cubana”, asombraron por su esplendor, lujo y cocina criolla” (página 169 – 179).

 

Los clubes nocturnos, cabarets, lugares de paradisíacos encuentros, los casinos y la carrera de caballos, permitían todo lo que estaba prohibido en Norteamérica, llegando al extremo de decirse: “He sido transportada al Paraíso, según la famosa escritora Anais Nin” y Alcyone Hart, jefa de cabina de una aerolínea dijo: “Parecería que me hubiera muerto y estaba en el cielo” (página 181). Al igual que en Paris y el Medio Oriente, se abrieron el Teatro Shangai y el Cabaret Tokio (en la calle Zanja), cuyos lemas eran “ven cuando quieras, haz lo que desees y deja que tu conciencia e imaginación sean tu guía” (página 193).

 

Frank Grillo ‘Machito’

 

Para ubicarlos en el tiempo y refrescar su laudable aporte es muy importante señalar que fueron contemporáneos musicales de Machito/Bauzá distintas figuras que han contribuido a difundir por el mundo entero lo afrocubano. Como nuestro homenaje a su obra citaremos sucintamente a algunos grandes como Manuel Corona (1880-1950) autor de “Falsaria”: “Cuan falso fue tu amor me has engañado/ el sentimiento aquel era fingido/ solo siento mujer, haber creído/ que eras tú el ángel que había soñado”; Sindo Garay (1867-1968) quien “En La Tarde” perennizó: “la luz que en tus ojos arde/ si los abres amanece/ cuando los cierras parece/ que va cayendo la tarde”; Miguel Matamoros (1894-1971) y su universal “Son de la Loma”: “Mamá yo quiero saber/ de donde son los cantantes/ que los encuentro tan galantes/ y los quiero conocer”; María Teresa Vera (1895-1965) quien siguiendo el compás de la habanera escribió “Veinte Años”, canción que contrasta el tiempo con la realidad: “Que te importa que te ame/ si tu no me quieres ya/ el amor que ya ha pasado/ no se debe recordar/ Fui la ilusión de tu vida/ un día lejano ya/ hoy represento el pasado/ no me puedes conformar…”.

 

Otros son hoy los grandes clásicos como don Gonzalo Roig (1890-1970) una figura epónima  y su tema célebre: “quiéreme mucho, dulce amor mío/ que amante siempre te adoraré/ yo con tus besos y tus caricias/ mis sufrimientos acallaré…”; Moisés Simón (1890-1945) cuyo himno “El Manicero” confluyó con “Martha”: “Linda Flor de alborada/ que brotaste del suelo/ cuando la luz del cielo7 su capullo besaba…”; y los grandes de la canción, especialmente del género lírico-ligero: Ernesto Lecuona (1895-1963) verdadera Gloria de la Música Cubana, con “La Comparsa”, “El Cafetal”, “María La O”, “Rosa la China” y “Siboney”; y don  Rodrigo Prats (1908-1980) con sus zarzuelas: “Amalia Batista”, “La Perla del Caribe”, “María Belén Chacón”. Isolina Carrillo (1907-1996), quien fundó ‘Las Trovadoras del Cayo’, escribió “Dos Gardenias”: “dos gardenias para ti,/ con ellas quiero decir/ te quiero, te adoro, mi vida/ ponle toda tu atención/ que serán tu corazón y el mío”; el pianista Julio Gutiérrez pasará a la historia con su “Inolvidable”: “En la vida hay amores que nunca pueden olvidarse/ imborrables momentos que siempre guarda el corazón..”. Ellos son, a nuestro entender, el estandarte y el pendón que identifica a la música afrocubana.

 

En lo artístico, social y humano estuvieran directamente relacionados con Machito y Bauzá, la gran cantante Graciela Pérez, la hermana del primero, una de las sublimes  intérpretes del son, el bolero y todo el catálogo rumbero. Ella había cantado inicialmente con la orquesta de mujeres ‘Anacaona’ en Cuba, emigrando luego a Nueva York en 1940, siendo luego por treinta y cinco años integrante de la gran Orquesta. Como dato curioso y que realza su emblemática figura,  el pasado 13 de febrero fue nominada al premio Grammy del 2005, a los 89 años, por su reciente CD Inolvidable con el gran conguero Cándido Camero.

 

Para empezar a describirlos hemos consultado diversas fuentes, siendo el libro Faces of  Salsa: A Spoken History of the Music (London/New York 199 pages – 2003) de Leonardo Padura Fuentes (por su novela Máscaras ganó el Premio Café Gijón en España) el que  nos  ilustra  y sirve de primera pauta a razón de la  maravillosa entrevista a don Mario Bauzá. La misma se celebró en el bar “La Catedral”, el límite entre Harlem y El Barrio en Nueva York, una tarde de noviembre de 1992, señalando en su introducción el autor con un énfasis categórico, que en lugar de usar una gorra de corduroy: “el maestro debería tener una triple corona: El primer Rey del Latin Jazz,, el mayor cultor del Son cubano en USA y el primer patriarca de la fusión musical luego conocida como Salsa” (página 15) [la traducción es nuestra]. Sus trabajos iniciales fueron con la orquesta de Chick Webb en 1933, luego con Noble Sissle y posteriormente con Hyde Clark’s Missourians en el Hotel Savoy, ingresando a la famosa orquesta de Cab Calloway’s donde estuvo hasta que se unió a Machito. A la anterior llevó al genio Dizzy Gillespie con quien estudio el toque del Be/bop, resultando años después al escribir Mario Bauzá el tema “Tanga”, el perfecto “matrimonio de la música afrocubana Cu/bop y el Jazz.

 

Hay una estricta e histórica coincidencia con la obra de Leonardo Padura cuando se consulta el libro Cuba and its Music de Ned Sublette (Chicago Review Press- Capella Books, año 2004, página 458); donde en el capítulo 31 “Nagüe, Nagüe, Nagüe”, dedicado a Chano Pozo, se sostiene que cansado de ser llamado ‘el negrito’ en Cuba decide volver y se embarca Mario Bauza rumbo a USA. Llegando a Nueva York el 13 de abril de 1930 a bordo del vapor Oriente. Su fascinación con la ciudad fue inmediata, distinguiendo los ambientes musicales libres dentro del Harlem y las grandes posibilidades de incorporarse a formar parte de grupo que él admiraba.

 

Cuenta don Mario que aprendió a tocar trompeta en quince días (había tenido una estadía en el Septeto Nacional absorbiendo la técnica del instrumento y además desarrollando las dificultades de la nueva embocadura, señalando que la bemba se le puso caliente pronto y que no encontró dificultades mayores”) para poder formar parte del reciente cuarteto de Antonio Machín. Luego se integra a las orquestas de Don Redman’s y la del gran Cab Calloway; de esa unión hay un CD notable y fundamental, ya que fue el antecedente para hacerse solista: The King of Hi-De-Ho (Giants of Jazz – CD 53096 AAD) donde graba “Hep-Hep” el 17 de julio de 1939, “Pluckin the Bass” el 30 de agosto de 1939, “Ghost of a Chance” el 27 de Junio de 1940 y “Chicken Ain’t Nothing But a Bird” el 14 de octubre de 1940, siendo reemplazado por Jonah Jones, para dedicarse a formar “Machito y los Afrocubanos”. Después de ello, un nuevo camino musical se abriría con su talento.  Debutaron el 3 de diciembre de 1940 en el cabaret La Conga causando una sensación que hasta el día de hoy es materia de conversación, discusión y análisis.

 

 

La carrera musical de Frank Grillo Gutiérrez ‘Machito’ ha sido estudiada debidamente por  Isabelle Leymarie (Cuban Fire – The Story of Salsa and Latin Jazz – Continuum – London/ New York – 394 pages – 2002); en el mencionado libro aparece que: “su padre don Rogelio Grillo tenía cercanías con los Abakuás, en la fraternidad de ekeregua momi, organizando en su tienda plantes, que eran las ceremonias de iniciación de esa Regla. Machito creció escuchando rumba y Jazz en la Radio, aparte de las guajiras que cantaba en los diversos pueblos. En estos viajes conoció a Arsenio Rodríguez, que vivía en Güines. Luego se mudaron al exuberante barrio de Pogoloti donde conoció a Miguelito Valdés y a Mario Bauzá”. (Leymarie, sic. Pagina 168).

 

El libro de la profesora Leymarie que es hoy la fuente más completa de información, nos despeja y aclara varias dudas respecto a sus enseñanzas, destacando que “su padre le compró primero un piano y luego una flauta, pasando luego a estudiar al Conservatorio. Su afición era el canto uniéndose al Sexteto Juvenil y luego a Unión de Redención, aprendiendo a tocar maracas con Champito Rivera el virtuoso y ambidextro músico. Actuó con Antonio Machín a los diez y siete años en la academia de baile La Fantástica donde lo vio el gran Ignacio Piñeiro (1888-1969), invitándolo a formar parte del Septeto Nacional. En 1927 cantó en el Sexteto Agabamar (que incluía al hoy legendario Armando Barroso) y luego al Sexteto Occidente (Leymarie, sic. página 169). Estuvo también junto con Miguelito Valdés en el Conjunto de María Teresa Vera, actuando en la Academia Rialto.

 

Después de conocer los inicios de Machito y Mario, debemos, necesariamente repasar la década de los años treinta y su gran turbulencia musical en Cuba. Sobre el tema se han escrito investigaciones muy interesantes como la de Rosendo Rossel en cinco tomos (Ediciones Universal) y La Última Noche que pasé Contigo del gran Bobby Collazo (Editorial Cubanacan, Puerto Rico-1987) con palabras de Miguelito Valdés. De este conoceremos brevemente  que: “Surge el programa concurso La Corte Suprema del Arte y don Felix B. Cainet escribe para la Radio el versátil personaje de Chan Li Po; es el auge de las orquestas Típicas como Las Maravillas de Arcaño y la Charanga de Orestes López; las orquestas Casino de la Playa, de Eliseo Grenet, Lecuona Cuban Boys, Los Hermanos Palau, Anacaona entre un sin fin de ellas; aparece el dúo de las Hermanas Guillot y es la gran década donde surgen solistas por doquier y centros Nocturnos que compiten con los del Viejo Mundo. A lo anterior se añade que en Nueva York en 1930 se introduce “El Manisero” por la orquesta de Don Aspiazu, se estrena la película Rumba de George Raft (que luego se iría a vivir a La Habana) y Carole Lombard hecha por Paramount y Xavier Cugat con la joven Rita Hayworth causarían  furor. Es la década donde Desi Arnaz introduce La Conga”.

 

Corría el año de 1938 cuando Mario Bauzá convence a Machito, su cuñado, para que se embarque a buscar nuevos horizontes en una ciudad donde estaba todo por hacerse. “Llega a Nueva York en Octubre, viviendo en la loma del azúcar, un barrio del Bronx, quedándose deslumbrado con la actividad y meses después se casa con Hilda, unión de la que nacen Paula y Mario. Trabaja en 1939 con Alfredo el mulatón Rodríguez, luego con la orquesta de Alberto Iznaga, el Cuarteto Caney, grabando con Xavier Cugat” (Leymarie, sic. página 169), alternando con las figuras de la época.

 

Es el año cuando deciden tomar la decisión de hacerse socios y solistas, uniendo lo cubano con la estética del Jazz, “como siempre dijo Bauzá: “quería una banda gran, potente y que sonara también a lo americano” para lo que se rodean de los mejores músicos norteamericanos y de varios latinos como José ‘Buyú’ Mangual, Francisco ‘Chino Pozo’ Valdés y Alfredo ‘Chocolate’ Armenteros. Debutaron el 3 de Diciembre de 1940 en el Conga Club, que quedaba en la calle 52 y Broadway, permaneciendo allí cuatro años. Se hace realidad, musicalmente, el “contrapunto del tabaco y el azúcar”, como lo hubiese dicho el sabio don Fernando Ortiz, en un nuevo suelo que absorbe, procesa y metaboliza el sonido afrocubano autentico.

 

Por esos años había un inusitado movimiento musical tal como lo recuerda el maravilloso libro de Max Salazar (Mambo Kingdom – Schirmer Trade Books – New York, London, Paris, Sydney, Madrid, Tokio- año 2002 – 309 páginas). Desde el sello disquero de Gabriel Oller donde todos recalaban hasta las canciones del boricua Rafael Hernández, la primera Orquesta de música cubana fue la de Vincent Siegler, para luego señalar las orquestas dirigidas por cubanos como la del saxofonista Alberto Iznaga y La Siboney, el flautista Alberto Socarrás, Anselmo Sacasas (fundador de Casino de la Playa), Marcelino Guerra que cantaba en una segunda versión de los Afrocubanos de Machito, los que junto a los boricuas, Noro Morales, Joe Loco, Monchito Muñoz y los inicios de Tito Rodríguez y Tito Puente, hicieron inicialmente de la ciudad de los rascacielos el lugar de su nueva residencia, demostrando que podían competir y salir adelante con el “toque latino”, tal como lo ha acuñado John Storm Roberts.

 

Machito, Graciela y los Afrocubanos

 

Su sonido armonioso, con virtuosos ejecutantes y el peso específico que le daba Machito y sus maracas al frente de la orquesta, les merecieron grabaciones en los sellos Decca, Coda, Mercury, Continental y Verve. Pusieron a la ciudad a bailar con su “Sopa de Pichón”, “La Paella” y la “Parábola Negra” de Obdulio Morales, junto a “Que Vengan los Rumberos” de la autoría de Gilberto Valdés. En 1942 fue reclutado por el Ejército Americano, siendo reemplazado por el gran vocalista boricua ‘Polito’ Galíndez. Al año siguiente vendría la unión de lo afrocubano y el Jazz con el tema “Tanga”, emblemático nombre que en vocabulario Congo o el Bantú que se habla en Cuba (Lydia Cabrera – Ediciones Universal, página 280, 2001) significa: Manto, pañoleta; y sus derivaciones Tanga Nkanda: lee la carta y Tanga Nkunia: columna de madera, siendo su  acepción dentro de los músicos  cubanos-neoyorkinos la mariguana. Otro de sus temas es “Sambia” cuyo significado es “dios, creador, altar”; y sus derivaciones: Sambia Ululando Mbele: castigo de Sambia y Sambia Muna Bembo: que no hace brujería (Cabrera, sic. página 271).

 

El formato de Son que ellos hacían se divide, musicalmente, en dos secciones; la primera parte es el llamado VERSO, cantado por el sonero. La segunda es el denominado MONTUNO o estribillo; luego al final se vuelve a la melodía original. El profesor Steven Loza en su ensayo publicado por Lise Waxer (Stylistic and Social Análisis – Routlegde New York/London – página 201-215, 2002) ilustra con un gran ejemplo el inicio, intermedio y salida: ABCD [EFGHIJKL] ABCD. Encontramos en la línea estilística de Machito y los Afrocubanos durante los treinta y cinco años que estuvo asociado con Mario Bauzá, que hubo una dinámica tradicional que se adaptaba a la modernidad. La conjunción de lo musical y lo social para el análisis de su obra están reflejados, por ejemplo, en su “Fantasía Cubana” y luego en “Cubauzá”, “El As de la Rumba”, “Dale Jamón a la Jeva” y “La Feria de las Flores”, entre decenas de canciones.

 

Encontramos en la novísima publicación The Cuba Reader: History, Cultura & Politics (Aviva Chomsky, Barry Carr & Pamela María Smorlakoff, Et Al. – Duke University Press – 723 pages – 2003), que Robin Moore aporta nuevos conceptos sobre el Son al sostener un hecho nuevo: “los músicos que tocaban Son en público acostumbraban reunirse en privado para interpretar sus cantos de sus Reglas….Todo el surgimiento del Son ya entre criollos y blancos causó una ansiedad, que al decir de Eduardo Sánchez de Fuentes, reputado músico, se estaba dando inexplicablemente un salto atrás para la Nación….Tal fue la influencia del mismo que el Presidente Machado en 1926 invitó a la joven Sonora Matancera a tocar en su cumpleaños….Seguidamente el 23 de octubre se permitió que el Son fuera tocado en Hoteles, Cabaret’s y Restaurantes, evitando escenas escandalosas e inmorales….hasta que en la década del treinta su popularidad fue masiva” (Robin Moore, páginas 192, 195 y 196).

 

Desde una perspectiva analítica podemos afirmar que fueron siempre muy sólidos, convincentes y de avanzada. Su presencia fue temprana, es decir, desde que debutaron en 1941 en el cabaret  La Conga; evolucionaron al reunir lo afrocubano y el Jazz como luego veremos y en la década de los 50tas, fueron los grandes rivales de los dos Titos: Rodríguez y Puente. Sus canciones nos enseñan y nos permiten hacer además, deliberaciones hipotéticas de diferentes interpretaciones fenomenológicas, logrando que con la hermenéutica tengamos todo el corpus y el abanico afrocubano a la mano. Su carisma era el prototipo del cubano saleroso, conversador, mataperro y amiguero, teniendo en sus maracas un arma que fulminaba a los bailadores con su sonido, dándole ese sabor tan clásico de su toque. Canción y Son, ritmo y melodía, junto con su tumbao y su guajeo, nos transportan como diría doña Lydia Cabrera en su obra cumbre a “El Monte”, al lugar donde descansan los dioses y se inicia toda la ensoñación que esta música produce.

 

Machito y Mario Bauzá asumieron, como lo hace primero el etnólogo y luego el etnógrafo (la conducta primero y luego adentrarse en ella en lo que se conoce como “observación participativa”),  el interpretar hechos, circunstancias, motivos y narraciones que pongan en un primer plano todo el bagaje teogónico y lingüístico de su devenir. Los testimonios de sus canciones evocan desde el viejo instrumento “Tingo Talango” que se tocaba en el campo al sabroso “Tibiri Tábara”, pasando por meditaciones filosóficas como “Buscando la Melodía” y festivas de “Yo Tengo un Mate”.

 

Primero fueron un catalizador; luego el acelerador que los hizo llegar a destinos inimaginables. Juegan con la metonimia al designar una cosa con el nombre de otra  y con una suerte de código epopéyico al utilizar palabras, dichos y metáforas, como el amigo a quien se le llama “mi sangre” (Biscochuelo: mujer; bochinche: establecimiento de mala muerte; Chaleco: un saludo; Escofina: darse camelo, lija; Guapachá: tener un lindo fin de espalda; Guasabear: no trabajar; Jimagua: gemelos; mate: mandarse con una mujer; Quinto: coger un descanso; Uampampiro: amigo, según El Diccionario de Cubanismos de José Sánchez-Boudy (Ediciones Universal – Miami, Florida719 páginas – 1999). Éstas curaron la melancolía de tener lejos a su Isla sin suponerla nunca olvidada y mucho menos perdida. Recrearon sus fiestas patronales, las descargas en la calle y jugando al dominó, para imaginariamente evocar La Habana de los 30tas como una suerte de  estrategia terapéutica en la lejanía. Es decir, viajar oníricamente y estructurar sus veredas y solares en igual forma que doña Lydia Cabrera lo hizo  en sus Itinerarios de Insomnio, publicado en 1977. Así como lo que le sucedió a la gran antropóloga e historiadora, con Machito y Bauza sucedería algo similar, tal como haremos conocer al final de estas líneas.

 

 

No hay nada que escudriñar; todas sus canciones  estaban a flor de piel y su canto se propagó a  todos los confines. También encontramos similitudes entre el pasado y el presente, con el objetivo de representar situaciones, pareceres, sucesos y diversas motivaciones de su extorno. Cuando se retrata a la mulata se le consigna un lugar de privilegio, altanera, juguetona y fresca, legitimando una herencia bipolar de la que ellos son fieles albaceas y herederos. El enlace con el público fueron sus canciones a través de su voz y su sonido, que cuales correas de transmisión, transportaron sus canciones, no importando el idioma, lugar o circunstancia.  No se encuentra en su vademécum de temas un paralogismo, esto es, intentar convencer con razonamientos falsos, exagerados y fuera de contexto; ora, sus versiones fueron simples y corrientes, reflejando los sucesos de la vida diaria. Por ende, no será una  paradoja cuando asombraron al mundo sustentando musicalmente que lo afrocubano y el Jazz, ambos de una misma raíz, fue “un matrimonio perfecto”, un romance apasionado, musicalmente hablando  entre La Habana, Cuba  y el Harlem de Nueva York en USA.

 

Unos meses luego de constituirse fueron convocados para hacer su primera grabación, un hecho casi inaudito debido a su reciente formación. Su primera producción se denominó Machito & His Afro Cubans, apareciendo en la portada toda la orquesta y Machito tocando maracas, el año 1941 (Palladium Records – CD #116). La misma contenía las versiones de: “Sopa de Pichón”, “Chacumbele”, “La Rumbantela”, “Nagüe”, “Parábola Negra”, “El Muerto se fue de Rumba”, “Tingo Talango”, “Bambú”, “Rascando Siempre Rascando”, “Intermezzo”, “Paela”, “Que Vengan los Rumberos”. Al año siguiente vuelven a grabar pero esta vez con Miguelito Valdés de invitado (Cuban RhythmsMiguelito Valdés with Machito and the Afro-Cubans – Tumbao Cuban Clasics – Camarillo Music TCD – #008), luego de sus exitosas presentaciones en el Teatro Hispano de Nueva York en 1942. Incluía diez y seis temas como “Rica Pulpa”, “Zarabanda”, “Sensemaya”, “Oye Negra”, “Bim Bam Bum”, “Tabú”, entre otras.

 

La musicóloga Isabelle Leymarie narra objetivamente en su libro que en un ensayo de la orquesta, los músicos se pusieron a improvisar sobre diferentes melodías. “Sobre el tema “Botellero”, Mario Bauzá inventó una melodía sobre la que Machito, agrego palabras africanas” (Leymarie, sic. 171) [del vocabulario Anagó en Lucumí], quedando para la historia como “Tanga”. Ésta fue estrenada el 28 de mayo de 1943 en el Club La Conga, siendo sus directos motivadores el pianista Luis Varona y el bajista Julio Andino, y tocada al día siguiente en el ensayo hecho en el Club Park Palace que quedaba en la calle 110 y Quinta Avenida (según escribe Max Salazar en el libreto que acompaña al disco). Quedo por muchos años como el tema de presentación de la orquesta y se tocada de memoria, esto es, sin usar partituras. Otra novedad es que incorporaron al timbalero Tito Puente y ampliaron la cuerda de saxofones a cinco (2 altos, 2 Tenores y 1 Barítono), más tres trompetas y trombones. Luego se grabaría por primera vez.

 

Aportando un contenido afrocubano, la orquesta se matizó en razón de gran envergadura con un contexto que como ‘una trenza’ tomaba armonías del “Be/bop transportadas al Cu/bop”, aportando un sonido espectacular que hacía delirar a los bailadores. Todo estaba debidamente ensamblado por unos arreglos que destacaban el canto de los saxofones y la respuesta impulsiva y frenética de los otros vientos, lo que aunado a piano, bajo y ritmo, lograron un afinque de ensueño. Pasaron del cabaret  La Conga al Teatro Apollo, el Manhattan Center, el Royal Roost (que luego como dice la profesora Leymarie, el gran locutor Symphony Sid Torrin lo bautizó como “La Ciudad del Cubop” – sic. página 172), Birdland y luego su consagración en el Palladium. Hicieron su aparición en el cine en la película “Thrills (tocar con un sonido de trémulo) of Music”, logrando alrededor de 1945, cuando terminaba la Segunda Guerra Mundial, apropiarse de las audiencias.

 

Lo anteriormente mencionado fue un terreno fértil para “lo que fue el escenario donde surgiera el Latin Jazz en los cuarentas, integrándose las orquestas de jazz de instrumentos caribeños como la conga y los timbales, los que se juntaron y mezclaron, lográndose un sonido nuevo. Este dinámico intercambio de ideas musicales crearon nuevos ritmos y ampliaron el marco de referencia de ella…. Nueva York fue el epicentro en los clubs del Bronx y Harlem hasta llegar a Manhattan…. Bajo el liderazgo de Bauzá, con arreglos de John Bartee y del saxofonista José ‘Pin’ Madera, y mas tarde por el pianista y arreglista René ‘el látigo’ Hernández, fueron Machito y Bauzá quienes prepararon el caldero para la creación de un nuevo brebaje musical” según Raúl Fernández en su tratado de Latin Jazz – La Combinación Perfecta – páginas 40, 44, 45, 46 – Chronicle Books–San Francisco– Smithsonian Institution 2002”.

 

Sobre su auge y dinámica musical, diversos estudiosos coinciden en que a finales de los cuarenta, al organizarse el 11 de febrero de 1949 un concierto en el famoso Carneghie Hall, les llegó la gran oportunidad de ser la única banda que alternaba con los norteamericanos. El cartel organizado por el productor Norman Granz, era un verdadero lujo. Charlie Parker, Duke Ellington, Lester Young, Bud Powell, Coleman Hawkins y Neal Hefti, junto a Los Afrocubanos, hicieron que las paredes del coloso retumbaran. Es decir les había llegado la gran oportunidad y no la desaprovecharon. En esto coinciden líneas más, fechas y datos similares en el tiempo, Max Salazar en sus diversos artículos para la Revista Latin Beat y en su gran libro El Reino de Mambolandia (Mambo Kingdom– Latin Music in New York),  Leonardo Padura (2002), Isabelle Leymarie (2002), Cristóbal Díaz Ayala y William Navarrete en el libro sobre el Centenario de Cuba (2002),  Raúl Fernández y su enciclopédico volumen  (2003) y el gran estudio de Ned Sublette (2004).

 

 

El año siguiente, el 21 de diciembre de 1950, Flip Phillips, Fats Navarro y Buddy Rich (Leymarie, sic página 173) se le unieron para grabar “Tanga”, la Suite Afro-Cubana que tiene cinco movimientos: Cuban Lullaby, Mambo, Afro-Cuban Ritual, Bolero y Rumba Abierta escrita y arreglada por Chico O’Farrill. Cuarenta y un años después, Mario Bauzá la volvió a hacer en Alemania para el sello Messidor (producida por Götz A. Werner en Frankfurt) y el año pasado (2004) a once años de su muerte el sello Pimienta, con licencia de Timba Records, y distribuida por el gran sello Universal la denominó El Legendario Rey de los Afrocubanos y su Orquesta. Un homenaje que los coleccionistas aprecian.

 

Así llegamos al momento culminante de su gran aporte musical que es la década del cincuenta. Junto con las orquestas de Tito Rodríguez y Tito Puente representaron el espectáculo musical de mayor envergadura que se ha dado en todos los tiempos. Esto se debe no sólo a su aporte, sino a la extraordinaria forma en como latinos, judíos, irlandeses, junto a blancos, negros y orientales se juntaron en torno a un lugar que se llamó El Palladium, el mismo que estuvo ubicado en el número 1692 en Broadway y la calle 53. Abrió sus puertas el 19 de enero de 1946, siendo sus socios Louis Levine, Sylvia Cole y Hyman Siegel, que de una academia de baile recibieron su licencia el 12 de abril de 1947, convirtiéndose en el lugar obligado de músicos y bailadores, perdurando su fama hasta el día de hoy, a pesar de haber cerrado sus puertas el 1° de mayo de 1966.

 

Fue el empresario Federico Pagani quien repartiendo volantes por los diferentes barrios, congregó inicialmente los días domingos por la tarde  una multitud que esperaba en colas para ingresar al Palladium. Inicialmente los dueños  le dijeron “que habían demasiados negros”; no olvidemos que eran los años de la discriminación. Él les contestó a los empresarios: “si quieren recibir muchos verdes, (dólares) deberán contentarse con los negros”. En ese Salón de Baile se congregaron todas las más disímiles personalidades con un solo objetivo: bailar. Además los asistentes se sentaban a ver los días miércoles los concursos de baile y presenciar los duelos que se realizaban entre las mejores orquestas. Sobre el tema se han escrito ensayos y libros, apareciendo en blanco y negro escenas de lo que allí ocurría. Puedo decir que de niño y joven pude ver sus letreros; desde 1961 estuve allí muchas veces.

 

En unos años habían desplazado a todos los demás locales y el famoso Birdland que quedaba a una cuadra y era el templo del Jazz, sus músicos después de tocar se iban a ver y a escuchar que es lo que “pasaba al costado”. Quien escribe supo del lugar desde adolescente por los diferentes viajes que tuvo que hacer para recibir cirugía. Inicialmente caminaba por la cuadra solo para mirarlo y leer su marquesina por ser menor de edad. Desde 1961 asistí innumerables ocasiones, no habiendo tenido oportunidad de ver ni escuchar nada parecido en ningún lugar del mundo hasta el día de hoy. Cerró sus puertas lamentablemente  el 1 de Mayo de 1966 para convertirse en el Metropole Café, un lugar sórdido y grisáceo con una bulla infernal que tenía bailarines a Go/Go las que hacían palidecer a los que conocieron el predio original.

 

Durante los treinta y cinco años de asociación grabaron juntos decenas de discos que hoy son, gracias a las técnicas de masterización, sacados de las bóvedas y puestos en circulación; luego lo hicieron por separado. Si se consulta un buscador en Internet se pueden encontrar los más conocidos. Nosotros queremos resaltar algunos que tienen un enorme atractivo, y que son para los entendidos y coleccionistas verdaderas piezas maestras. Además señalaremos algunas de sus canciones y el significado “en cubano”, definición que acuñara el recientemente desaparecido don Guillermo Cabrera Infante al publicar su famosa novela Tres Tristes Tigres.

 

Antes de formar Los Afrocubanos en 1941, Machito que alternaba con diversos grupos, graba un significativo disco con “El Cuarteto Caney” en el año 1939 (Tumbao #05 – 1939-1940). Su impacto fue tan grande que temas como “Flores Negras”, “Convergencia”, “Parampampin”, “No te importe Saber” y “El Mondonguero”, han quedado como clásicos y luego grabados por diversos intérpretes. Anteriormente mencionados los que grabó entre los años 1941-42-43, apareciendo en 1945 Guampampiro, que contiene versiones como  “El Pin Pin” (luego lo hizo El Gran Combo), “La Feria de las Flores” (lo grabó José Alberto “El Canario”), “Coja Pa’ la Cola”, “Mi Cerebro” y “Cada Loco con su Tema” (grabado en 1985 por Tito Puente).

 

 

Entre los años 1947 a 1950 hicieron Freezelandia (Tumbao #085) ya con René Hernández como pianista y arreglista. Acababan de asesinar a Chano Pozo y le hace su versión de “Blen, Blen Blen” (que luego hicieran Miguelito Valdés y Tito Rodríguez), “Que Rico el Mambo” (de Dámaso Pérez Prado), “Chango Ta’ Veni” (luego gran éxito con Willie Rosario y El Gran Combo de Puerto Rico) y “Que Bonito es Puerto Rico”, de su autoría. En el año de 1948 produce Mucho Macho (Pablo #2625712) para el sello Mercury. Luego vendrían las sesiones de 1947-1953 en el álbum Legendario (Tumbao #17), con “Tumba Palo Cucuye”, “Yo no engaño a las Nenas”, “El Reloj de Pastora” (gran éxito con Ray Barretto casi 20 años después), y “Mi China me Botó”. Por esa misma época impacta a los bailadores con Carambola (Tumbao #24), con impactantes versiones de “Un Poquito de tu Amor”, “Ubla-ba-du” (luego hecha por Héctor Lavoe), y el espectacular “El Mambo llegó para quedarse”. Inicia la década de los cincuentas con Ritmo Pa’ Gozar (sello Caney #511), que se graba una parte en estudio y la otra “en vivo”.

 

Hay que destacar que don Mario Bauzá fue el artífice para que Luciano ‘Chano’ Pozo se mudara con ‘Cacha’ su novia y su pareja de baile Pepe Bequer a Nueva York, siendo la persona que los introdujo en la Orquesta de Dizzy Gillespie. En una gran producción de colección El Tambor de Cuba de tres (3) CD’s que incluye un libro de Jordi Pujol, se precisan los comentarios de distintas personalidades sobre la muerte de Chano, incluyéndose por primera vez a la Orquesta de Machito acompañando a la señora Olga Guillot en 1947 en los temas “No se que Tienes” de la autoría de Facundo Rivero y “La Gloria eres Tu”, de José Antonio Méndez. Así mismo, le permite a Chano Pozo que dirija la segunda orquesta que tenían de los Afrocubanos para que ese mismo año el pudiera grabar acompañando a Tito Rodríguez en los temas “Rumba en Swing”, “Porqué Tu Sufres”, “Cómetelo Tú” y “Pasó en Tampa” (sello Tumbao – Tres CD’s #TCD-305).

 

Luego de haber logrado catalizar su sonido, se deciden en 1958  por el  Latin Soul + Jazz con Machito and his Afro-Cuban Jazz Ensemble, invitando a genios como Herbie Man, Curtis Fuller, Loe Newman, Cándido, Paul Cohen, Doc Cheatham y Cannonball Adderloey.  Emprenden un gran proyecto cual es el de grabar la inolvidable música del compositor Irving Berlin, con doce de sus célebre canciones (sello Tico 1959 – Sonido Inc. 1999 – LP #1062). Ese mismo año hará Machito en Cha Cha Cha en el Palladium, con nuevas versiones de “Oyeme Mamá”, “Sopa de Pichón”, “Lágrimas Negras”, “El Niche”, “Te para Dos” y “La Paella”. Vuelve a invitar en 1963 a Miguelito Valdés en Reunión (sello Tico #1098), dejando para la posteridad maravillas como “Sabor”, “Mi Habana”, “Cuando te Volveré a Ver”, “Africanerías”, “Mi Tumbao”, “Indiambo”, “Ala Triste” y “África Canta y Llora”.

 

Vino a Lima a mediados de la década del sesenta, donde tuvo junto con su hermana Graciela y su gran Orquesta una temporada en el antiguo Sky Room del desaparecido Hotel Crillón. Fueron días inolvidables; los melómanos y especialmente músicos como Freddy Roland, Enrique Lynch, Lucho Macedo, Ñiko Estrada, Carlo Bercia, Los Mulatos del Caribe, acudían diariamente a escuchar un sonido maravilloso. Aquí les sucedió un hecho que marcaría la vida de Mario Bauzá, tal como cuenta el músico e historiador cubano Leonardo Acosta y que al final de estas líneas relataremos. Habían venido precedidos de estar en el famoso Crescendo que quedaba en la calle Subset Strip, en Hollywood, donde hicieron “en Vivo” una placa de antología, con temas como “Fantasía Cubana”, “Pachanga a la Crescendo”, “No Tiene Telaraña”, “Ven Conmigo Guajira”, “El Columpio”, “Jamaicuba”, “Alma con Alma”, “Almendra” y “Pent-Up House”, el mismo que se cataloga como una de sus grandes versiones.

 

Deciden en 1964 iniciar un proyecto que se repite en 1971; fue: Canciones que mi Mamá no me Enseñó. Estuvieron Machito y Graciela con Joe Cuba y su Sexteto, Miguelito Valdés y la Orquesta de Tito Puente grabando 24 canciones en un fino doble sentido, hecho que nunca más se ha vuelto a repetir. Diez años después  Machito y Mario, emprenden uno de sus más serios trabajos cuando Dizzy Gillespie y Machito hacen Afro-Cuban Moods, conducida y arreglada por Chico O’Farrill. Incluyen los “Tres Movimientos de Oro”, “Incienso y Mirra”, “Calidoscopio”, “Pensativo” y “Exuberante”, grabada el 4 y 5 de junio de 1975. La idea nació cuando el 5 de enero del mismo año presentaron por primera vez en la historia esa misma Sinfonía en la Catedral de San Patricio en Nueva York. Como dice William Navarrete en Centenario de la República 1902-2002 (Et. Al – Ediciones Universal- 542 páginas – Miami, Florida, USA – 2002), “es menester resaltar este regalo de Efinanía y sacralización –por lo demás inaudito- de un título cubano, despejando el camino de la Salsa, que en adelante formará parte de los ritmos consagrados” (página 442).

 

Nunca se ha establecido claramente las razones para que cada uno tome su camino; se han dado diversas versiones, pensando nosotros que no hay motivos para especular sobre la decisión de dos grandes. Al año siguiente y contando con los arreglos del desaparecido Jorge Millet, La Orquesta de Machito convoca a Lalo Rodríguez (venía de ganar un Premio Grammy con Eddie Palmieri) y hacen Fireworks  (Fuegos Artificiales). La producción es muy completa, sin embargo el tema “Macho” es una Instrumental-Descarga cuya fuerza interpretativa es tremenda, alcanzando niveles casi orgiásticos con sus solos y sobre todo con la fuerza de sus “mambos” (el original es sello Coco Records CLP-131X – 1977; luego lo ha reproducido Musical Productions MP-3131CD).

 

 

Continuando con su gran carrera, ahora Director pero solitario, Machito se dedicó a pasear su música por Europa, siendo allí donde graba sus últimas producciones. Allí hace La Orquesta de Machito para el sello Tímeless- Waningen Productions SJP #161- 1982. Se retira a un lugar casi glacial y  graba “en vivo” su Salsa Big Band at The North Sea SJP #168 – 1982. Se estaban cumpliendo curarenta y dos años de carrera cuando con su producción Machito and his Salsa Big Band Tímeles – SJP #183, bajo la dirección musical de su hijo Mario y con la participación de su hija Paula, gana por primera vez el codiciado Premio Grammy. Con nuevos arreglos interpreta “El As de la Rumnba”, “Quimbombo”, “Piñeiro Tenía Razón”, “Caso Perdido”, “Manicero”, “Sambia” y “Yerbero” grabado el 6 y 7 de marzo de 1982 en Holanda, siendo todos los temas de su inspiración. Su última producción es con su hijo Mario, con quien aparece en la portada, en una suerte de “cederle los trastos”, como dicen en España los toreros. Trabajando en el famoso local en Londres “El Ronie Scott” sufre un infarto cerebral, falleciendo el 15 de abril de 1984. En el año 1997 el cantante José Alberto ‘El Canario’ le grabó un merecidísimo tributo: Back to The Mambo: Machito para el sello RMM (RMD-#82069)

 

La separación fue durísima para don Mario Bauza, quien optó por un relativo descanso de casi diez años, cumpliendo sólo compromisos circunstanciales. En 1986 el sello Caimán de Sergio Bofil y Humberto Corredor convocan a grandes personalidades y con los arreglos de Jorge Dalto, Ray Santos y Paquito D’Rivera hacen Afrocuban Jazz: Graciela, Mario Bauzá and friends (CLP #9017), que contiene su “Mambo Inn” junto a su sentimental “Cubanola”, haciendo de la misma una pieza de colección. En el ocaso de su maravillosa existencia, a los ochenta años, es convocado por el sello Messidor, bajo la producción de Götz A. Wörner y graba entre 1991-1992-1993, tres estupendas producciones acompañado de Rudy Calzado y Graciela: Mario Bauzá and his Afrocuban Orchestra, (#15819-2), My Time is Now (#15824-2) y la última que identifica la calle 116 en el Alto Manhattan, lugar donde vivió cincuenta años: 944 Columbus (grabada el 27 y 28 de mayo).  Se murió el 11 de Julio de 1993. Años después en Frankfurt, Alemania, el sello Conector Music GMBH le rinde homenaje con una producción que dirige Paquito D’Rivera, la canadiense Jane Bunnett y el gran trompetista norteamericano Michael Phillip Mosssman, los que junto con una espléndida banda interpretan diez temas de incomparable calidad.

 

Concluimos esta semblanza de ellos  con las palabras de Rafal Rojas en su libro Isla Sin Fin (Editorial  Universal – Miami, Florida – 238 páginas – 1999), las mismas que nos servirán para interpretar, analógica, extensiva y restrictivamente la obra de ambos genios en sus diversas etapas: “la primera es la arqueología de su discurso (la búsqueda de su sonido); la segunda es la genealogía de sus constructores (su música y su legado)(sic. página 12)”. Sin embargo, lo anterior nos conduce a señalar, con gran pena lo que ha sucedido con ellos y con otros grandes en la tierra que los vio nacer. En 1981 un diccionario pretendía quiso describir la herencia y legado de sus cultores musicales; no incluyó a los más grandes en su edición. El mismo reapareció en una segunda edición que quiso cubrir el pecado original. Ya se había consagrado la muerte civil e histórica de varios genios y solamente después de la desaparición de la U.R.S.S. y el consiguiente cambio de la Constitución en 1992, pudieron lograr amainar ligeramente las groseras e inauditas omisiones.

 

Para el efecto, señalaremos sólo tres ejemplos contundentes de lo que ha sucedido en los últimos cuarenta y cinco años, y que demuestran palmariamente que si bien el embargo decretado fue óbice para no escuchar su música, en la misma Cuba otras razones trataron de borrar todo vestigio anterior, no sólo evitando que la difusión del legado musical pudiera escucharse, sino si observamos las fechas de la desaparición de verdaderos genios, ellos pasaron a la Necrópolis de Colón carentes de un soberbio homenaje popular. Revisando la reciente edición: “This is Cuba” de Ben Corbett (Westview Press – Member of Perseus Books Group – 292 pages – Cambridge, MA 02142 USA. [su página WEB para información además es <<www.westviewpress.com>>], encontramos que: “desde 1961 toda la música, los bailes y la literatura que antes había servido para identificarla culturalmente, fueron tachados como símbolos de la Cuba vieja…La nueva Cuba Revolucionaria le bajo el volumen y cuando Beny Moré murió en 1963, se mandó a apagar las Radios” (Sic. Página 44). Lo anterior aparece en el capítulo Quinto dedicado a Buena Vista Social Club e ilustrada con la foto de Ibrahim Ferrer (la traducción es nuestra).

 

En el libro “Inside Cuba”, editado por Andrei Codrescu (Et. Al. Marlowe & Company – Imprint Avalon Group – New York, N.Y.  324 pages – 2003),  ***La Cultura***, aparece el artículo publicado originalmente en el prestigioso periódico The New York Times, el 10 de febrero de 1999 (la traducción es nuestra): “Cuarenta años de marxismo no han podido quitar ni borrar del alma Cubana su esencia musical Afro-Cubana. La Revolución quiso hacer un nuevo país, no incluyendo a nuestra música, dice Manolito, ‘El Médico de la Salsa’ ..…Ellos quisieron quitarnos el Son e imponer la nueva trova con mensajes hacia la Revolución y odiando a los Yanquis …..La Trova es la música de los intelectuales y no del pueblo. Hay que levantarle un monumento al Son” (sic. página 212). En la página siguiente David Calzado  se ufana de ser quien le ha cambiado el nombre a la moneda: “un papirriqui con wanikiki” es sinónimo de dólares, con las consecuencias por todos conocida (sic. Página 213).

 

Cuando a la señora Celia Cruz le negaron el permiso para entrar a La Isla y acudir al entierro de ‘doña Ollita’, su señora madre, un hecho similar se produjo con Mario Bauzá. El se había mudado a Nueva York en 1930 como hemos dado cuenta y a pesar de ello, cuando estando en Lima, Perú en 1965 le avisaron la muerte de su madre adoptiva, tampoco le dieron Visa para volver a su país. ¿De cuando acá se necesita ese documento para uno transitar libremente, tal como dice la Declaración de los Derechos Humanos de 1948?

 

 

Finalmente, el tercer ejemplo es contundente. En su valiosísimo libro Raíces del Jazz Latino – Un Siglo de Jazz en Cuba (Editorial La Iguana Ciega – Barranquilla. Colombia – 313 p´paginas – 2001), el músico e historiador cubano, Leonardo Acosta, con catorce libros publicados sobre el tema y viviendo en La Habana dice: “Cuando se le negó la visa cubana desde Lima, juró que no regresaría a su país. Un caso como este refleja la inconcebible paradoja de un país que manifiesta tanto orgullo de su patrimonio cultural dando muestras de una olímpica insensibilidad hacia figuras que tanto han hecho por la cultura y las artes nacionales. Resulta inexplicable que músicos tan destacados como, por ejemplo, Arsenio Rodríguez, Miguelito Valdés, Machito y Mario Bauzá, nunca hayan sido invitados a Cuba, como resulta absurdo que en cierta etapa se haya establecido una prohibición sobre la música e incluso la simple mención de los nombres de los artistas cubanos que abandonaron el país después de 1959” (sic. página 117) .

 

El mejor homenaje a ellos es seguir tocando sus canciones y cautelando el inmenso aporte que le han hecho a la humanidad. Hoy no hay músico que se respete y melómano que se distinga que no tenga su recuerdo presente. Que bueno además que se haya formado el año pasado la “Orquesta de los Grandes” propiciada por su hijos, la misma que se pasea por el mundo tocando las interpretaciones de Machito y Mario, junto a las de Tito Rodríguez y Tito Puente y ya tienen dos grabaciones epónimas.  Por otro lado, esta Página WEB es un pequeño aporte a su producción y a su larga y meritoria carrera. ¡Paz en sus tumbas a genios de buena voluntad!

 

Saravá, Familia 

                                                             

NOTA: Artículo escrito el 1° de julio del 2005.

 

 

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