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En una de sus grandes canciones se refleja palmariamente lo que hoy están viviendo: “Que me lo den en vida”. Así, empiezan los homenajes a quienes han cumplido cincuenta y cinco años de una prolífica actividad, encuentro de la perfecta amalgama entre el ser humano y el artista. Durante el pasado han sido la Sonora Matancera, Celia Cruz, Dámaso Pérez Prado y Tito Puente, entre otros, quienes con su inigualable sonido alcanzaron un sitial similar en el olimpo musical. Latinoamérica los tiene como patrones emblemáticos en su altar musical y ahora, desde Borinquen, “La Isla del Encanto”, ésta, su organización más representativa es objeto de multitudinarias celebraciones.

 

El Gran Combo de Puerto Rico

LA UNIVERSIDAD CUMPLE 55 ANIVERSARIO

Luis Delgado-Aparicio Porta

 

 

NECESARIA INTRODUCCIÓN

 

Acercándonos a los términos de la emotiva afinidad que nos embarga, un COMBO es según el Diccionario de la Real Academia Española: “lo que está combado; teja; tronco donde se asientan las canillas por donde se saca el vino; mazo; puñetazo”. En el intricado pero sabroso mundo de nuestra jerga en el Perú es  igual a un gran golpe que se propina, así como comer, papear, manyar; en el Caribe suele llamarse a un conjunto musical que se forma para cantar. ¿Qué curiosa dicotomía, no?

 

Este vocablo agrupa, con el dúctil y maleable uso de las perfectas disonancias, melodías que pasan de un continente a otro por el encantador sonido y significado que propagan, siendo Puerto Rico, una suerte de incubadora del sabor, el saoco y la sandunga. Su gente contiene un curioso cromosoma, cadena de un ADN que los hace “hablaboricuas”; conversan y discuten con un fulgor fanático, siendo un pueblo que canta y baila sin pausa ni descanso. Se ufanan en decir que “nacer en esa tierra es una fiesta memorable” un volcán imaginario en erupción, cuya lava es un moje sabroso que adereza todo. Son furibundos bailadores, enarbolando “la salsa” como un emblema patrio y su ¡ay bendito! es un código o clave exclusivo que representa, en cada exclamación, casi todo.

 

DEFINIENDO SU AUTENTICIDAD

 

La música de EL GRAN COMBO DE PUERTO RICO es la esencia del sabor popular, formado por un conglomerado humano en donde se incluyen dichos, coplas y refranes, cantos y recitaciones que son la fiel expresión de la filosofía popular. Su tendencia primordial es hacia el costumbrismo, mezcla de superstición, religiosidad, laicismo pagano y humor callejero, una afirmación telúrica dependiendo del temperamento que le imprimen. Unas veces se expresa por la vena de una musa anónima y otra en la composición de un poeta, popularizada por la gente y llamado, curiosamente, “radio bemba”, siendo la némesis del transcurrir diario de día de fiesta.

 

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Hace más de medio siglo varios de sus integrantes formaron parte de “Cortijo y su Combo” y dejaron para la historia “El negro bembón”, “Maquinolandera”, “Perfume de rosas”,  “Quítate de la vía perico”, entre otras. Todos ellos fueron, originalmente, miembros de la humilde grey cangrejera del Escambrón, playa pobre donde interpretaban su música con un peculiar estilo. Desde hace medio siglo los melómanos estamos matriculados en esta universidad del barrio, donde su rector es pianista, compositor y arreglista, es decir, hace de todo y cada una de ellas las hace bien.  Es la institución que representa la estrella de la bandera de Puerto Rico, bajo la dirección del maestro Rafael Ithier, habiendo logrado  poner su nombre “en la china”, tal como ellos lo señalan, una suerte de permanente luna llena con la efigie de una corchea y cuya síncopa alegra e ilumina el planeta.

 

Algunos irreverentes que nunca faltan en nuestras latitudes dijeron despectivamente que eran un combo de negritos, pero tal como me lo contaron y lo comprobé caminando por la Parada 15, ellos lo lograron, “porque solamente lo difícil es estimulante”. Por ello “El Gran Combo de Puerto Rico” es una itinerante embajada del sabor, que durante 48 años es el símbolo y signo de alegría, en toda nuestra Latinoamérica morena. Esta curiosa sinergia pasea por el mundo, sin ser embajadores, su gloriosa bandera, “dando candela”, una expresión de la cual se enorgullecen y es el santo patrón de su alegría. Lo histórico, social y cultural se amalgaman en lo interpersonal, semióticas coexistencias de ancestros y tradiciones, una música que llegó de África y España y que los criollos mezclaron. A mayor abundamiento, con el paso de los siglos se extinguió el indio, se murieron los españoles y quedó como blasón el negro, mulato y pardo, hoy encumbrados, según la leyenda en los jíbaros, taínos y niches.

 

SU VERSÁTIL CARACTERÍSTICA

 

En ellos encontramos el ilustrado contenido metafísico de la esquina, su verbo encendido por la pasión, bajo un patrón costumbrista heredado de sus mayores. Han creado una suerte de nueva república, producto del único golpe de estado aceptado, la SALSA, ese condimento musical que proporciona a nuestro ajiaco emblemático su inigualable e inconfundible sabor. Sus fronteras no tienen límites ni hay que ir a una embajada y hacer cola para obtener la visa; ella está a la mano, mejor dicho, en los pies, caderas y hombros oscilantes del bailador, que disfruta con el baile cual catarsis institucional.

 

Su bandera es un pentagrama; su escudo una semicorchea y el mástil sobre la que flamea, una baqueta sonora, instrumento convencional con que se abanican los timbales. Su carta constitucional son las letras de sus cientos de canciones, siendo su articulado tan diverso como el bello enunciado de cada una de ellas. Es el realismo mágico de un “do-re-mi” sostenido, que hace la clave empatada con un “fa-sol”, suma de cinco golpes sobre la cual se levanta toda la estructura del género, edificio donde moran y duermen los espíritus de MAELO, HÉCTOR, TITO, CELIA, BENY, “CARA E FOCA”, MACHITO, todos fuente de inspiración para que Anthony, Jerry y Papo nos deleiten hasta “la madrugá”. Su aliento tiene el olor saleroso del mar Caribe, su canto sabe a perfume de gardenias y ellos no tienen que hacer gárgaras de pétalos de rosa y magnolias con ajo, al decir de Mayra Santos, “para espantar cualquier bacteria de envidia”, ya que al GRAN COMBO DE PUERTO RICO, todos lo veneramos.

 

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Somos, gracias a ellos, habitantes de un mundo que no está regido por el eje de ningún poder, sino por la bien ganada credencial y docta batuta de “RAFA”, aquel que hace que el empedernido bailador, junto a una mulata piel canela cuya trenza de pelo le llega hasta el fin de la columna, logre que el suelo sea un delicioso aserrín sobre el cual puedan envolverse con su movimiento, como “aquella fuente donde bailaba una serpiente”, abrazados mejilla contra mejilla y pierna bien puesta, en un ensueño que no queremos que termine. Nada puede ser tan vitaminizante como escucharlos, ya que cada canción nos hará recordar un momento en nuestras vidas, señal que estamos firmes en el recuerdo.

 

AFRO NEGRISMO CLÁSICO

 

Estos “mulatos del sabor” tienen, su Ethos y Pathos, carácter y moralidad que los hace ejemplos de vida, en una profesión que muchas veces, trastorna y disloca. En El elemento afro-negroide en el español de Puerto Rico, el lingüista Marcelino Canino Salgado, aquel que recibiera el Premio Príncipe de Asturias por preservar la lengua, sostiene la unión de lo indio y el negro en la formación del género musical que hasta siempre perdurará.  Han pasado casi cinco décadas y desde la también vertiente boricua de la gran Sonora Ponceña, no existe otra organización musical con la vigencia y continuidad que les conocemos. Proclamados “Gente de Pueblo”, están felices de su origen humilde, sabiendo lo difícil que es la carrera que escogieron, empero, la gratificación, como me lo dijeron “es percatarse de la cara del bailador así como de los asistentes, donde la tristeza cede ante la alegría que ellos trasmiten.

 

En su artículo Homenaje en Clave a la Salsa la profesora Milagros González  escribió en el Diario Claridad: “ese espíritu de cofradía, hermandad y secretividad, de ritos que aún perviven, se han hecho conocidos en los conciertos del Gran Combo. Esta idea de la tradición adquiere en ellos, con su inimitable sonido, una estabilidad que los cohesiona a sus integrantes, siendo sin ninguna discusión donde se presentan, punto y aparte”. No precisan visa ni pasaporte para ingresar en el alma de quien los escucha, orgullosos de poder reflejar el devenir de una civilización, que al trasmitir en sus canciones hechos comunes de su vida diaria, nos hace valorar el aporte seminal de su tradición, herencia de negro bravío que superó desde hace siglos el cautiverio y la marginación. Ellos son manifestación de cualquier hecho cotidiano en el barrio, cuadra, solar o barracón, siempre aderezados con típicas palabras.

 

Esta maravillosa simbiosis la otorga este género bendito. Cuando ellos actúan, allí estamos todos desafiantes esperando que en la tarima aparezca ese enjambre criollo y donde al escuchar una primera nota sentimos “que se soltaron los caballos” esperando que su actuación no termine. No dudamos en afirmar que su música será eterna, sino escuchen su reciente CD Alunizando (2016) o el DVD (Banco Popular de P.R. – 2010) en homenaje a ellos, contando con las mejores voces existentes y que conmocionó a la tierra borincana con la presentación que hace unas semanas hiciera WAPA – Televisión en la Isla. Allí ellos relatan vivencias hasta ahora desconocidas, una coloquial manifestación de humildad para que su público sepa de su procedencia, conozca al ser humano y recuerde canciones inolvidables.

 

 

INNATA ES SU DECENCIA

 

Es admirable la valla alta que se ha puesto El Banco Popular de Puerto Rico, pues no conforme con la gran labor que despliega ha sido perfeccionando, de la mano con los tiempos que así lo exigen y la tecnología que lo permite, la parte visual. Decimos esto porque tras el monumental tributo al poeta Palés Matos en la muestra titulada Palés y la rumba de esquina, de connotaciones surrealistas/ oníricas que se traducen en un banquete visual, han logrado ubicar a Los Mulatos del Sabor en la misma jerarquía artística. Esto es algo tan entrañable que nunca terminaremos de agradecer al Banco Popular de Puerto Rico.

 

Cuando tomando un cafecito o el irreemplazable “heladito de coco”, en el mercado musical que es la Parada 15, esa arteria que como la aorta todo pasa por sus predios, los compositores les entregan sus temas y sus colegas los invitan para hacer coro o darle forma a una nueva estructura que rinda homenaje a su tierra, prestos ellos a colaborar siempre felices y gustosos. Tanto la envidia como la vanidad parecen haber desaparecido, ya que soy testigo de lo que es caminar con sus integrantes por esos barrios y al contrario de otros, cuya altanería los hace que ni siquiera la Prensa pueda dialogar, a esta gente “la espuma no se les ha subido”; siguen siendo “los cocolos de siempre”.

 

Dicen que no hay letra y música que ellos no la hagan sonar bien, es decir, de cada tema una gema. Cuando en agosto de 1988 llegaron por fin al Perú para actuar en lo que era el “Gran Estelar” de la Feria del Hogar, las ciudades de Lima y el Callao, cubiertas por la bruma y la humedad del invierno, se trasformaron imaginariamente por arte de birlibirloque, en un archipiélago caribeño. Las miles de personas que los pudieron ver por primera vez se sabían todas sus canciones, -hasta hoy es idéntico-, y desde ese momento son asiduos visitantes nuestros, siendo su música la fiel acompañante del taxista, la ama de casa, el obrero y el universitario, todos en virtual comunión. Han pasado 29 años y su presentación en nuestro país sigue concitando la mayor expectativa; ¡bien por ellos!.

 

CODA FINAL

 

Contundente es el magnífico comentario que aparece en www.es.geocities.com: “ni Rafael Ithier como ninguno de sus muchachos con canas, jamás se han visto involucrado en un escándalo. Son ejemplo dentro y fuera de la tarima y eso los hace doblemente grandes. Hablar y escribir de ellos es rendir tributo a la hospitalidad, los buenos sentimientos y la personalidad del puertorriqueño. Son idolatrados en los cinco continentes; caballeros, sencillos y buena gente, cuya mayor riqueza es la humildad”.

 

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Por tanto, justas y apropiadas son las palabras del literato boricua, el maestro Luis Rafael Sánchez: “en ellos se asientan los subgéneros, los postgéneros, los híbridos, fronterizos mestizos. A pesar de la marginalidad ellos han logrado la llave de acceso al mundo”. Junto al titular de esta entrega, son como bien lo dice una de sus producciones: Sin Salsa no hay paraíso, un repertorio que se escuchará, para bien de todos, por los siglos de los siglos. Amén.

 

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